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Inland Empire

Intriga. Drama La percepción de la realidad de una actriz (Laura Dern) se va distorsionando cada vez más. Al mismo tiempo descubre que, quizá, se está enamorando de su partenaire (Justin Theroux) en un remake polaco inconcluso y supuestamente maldito. (FILMAFFINITY)
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Críticas 200
Críticas ordenadas por utilidad
13 de diciembre de 2008
45 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) Freud definió el Inconsciente como el gran continente mental a descubrir, y los sueños como la senda real para acceder al territorio.
Con instrumental cinematográfico, Lynch realiza concienzudas exploraciones de ese continente. Unas cuantas de sus películas son relatos de expediciones. “Inland Empire” (región desértica californiana), consiste en la propia expedición, un viaje a lo hondo de la psique.

2) El primer salto a un mundo espaciotemporal paralelo se da pronto, cuando una vecina brujesca hace una visita de cortesía a la mansión de la protagonista, la actriz Nikki (inmensa Laura Dem), y la conversación formal se vuelve agobiante predicción del futuro inmediato. La inquietante vecina lo prefigura con visajes extraños y ojos saltones en primerísimo plano al hablar de una niña que sale a jugar y llega a un callejón tras el mercado, donde un pasadizo conecta con el Palacio; de un inminente contrato para una película que involucra crímenes; de una factura impagada; de las inexorables consecuencias que todo trae; del poder de la magia y de la amnesia de la atónita actriz, a quien señala un tresillo del salón:
—Si fuese mañana, usted estaría sentada allí.
Gran salto instantáneo: la actriz, con dos amigas, recibe en el tresillo la noticia de su contrato. Comienza a trabajar en el remake de una vieja película maldita (“El cielo azul del mañana”, basada en un relato polaco, “Cuatro, siete”, números que aparecerán en la puerta de una habitación), inacabada por el asesinato de los protagonistas.
Durante el rodaje, Nikki se pierde varias veces en su personaje y también en desdoblamientos internos que llevan de un mundo paralelo a otro, a menudo con sobresalto y pesadilla, sobre todo en la fantasmal ciudad polaca de Lodz.

3) Lynch quita paredes y suelo argumentales y abre todas las conexiones posibles, atravesando los límites racionales en el descenso a infiernos interiores, circulando por un laberinto de escaleras de Escher donde no falta la cortina roja, con puntos críticos (las puertas AXXoNN) donde la protagonista se cruza consigo y se reconoce con pánico en trayectorias temporales diversas (“No sé qué es antes o después”, “Ocurre ayer pero pertenece a mañana”).
No es sólo que la actriz confunda persona y personaje, ni que se pase a menudo a otro lado de lo real, sino que hay un imparable fluir por otros múltiples lados, con lo que lo real se desvanece. No hay tregua en el salto a un film dentro de otro, una ficción dentro de otra, un sueño dentro de otro, un delirio dentro de una pesadilla, en reduplicación constante, con los miedos íntimos como potente motor: a sufrir una violenta crisis conyugal o a caer en la arrastrada prostitución callejera, tema presente ya en el prólogo.

(continúa en el spoiler por falta de espacio, sin revelar argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Archilupo
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31 de marzo de 2010
61 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reconozco que sufro de una faceta masoquista que me hace dar pie a ser linchado de vez en cuando. Mi última crítica publicada en esta pagina, que iba sobre “Carretera perdida” y, por supuesto, la ponía a parir, sufrió una crucifixión muy rápida. No es que fuera muy votada, sino que simplemente los primeros votos recibidos fueron negativos y eso ya es algo muy difícil de levantar, salvo que tengas un par de incondicionales, que normalmente suelen ser amigos, que no quieren verte desilusionado por lo que, en realidad es una tontería, no me voy a engañar… Pero me pregunto que es lo que lleva a algunos a crucificar una critica sistemáticamente, automáticamente, ¿quizá el titulo? Puede ser. Creo que muchos usuarios de esta pagina votan las criticas valiéndose únicamente de lo que el titulo de las mismas les transmite, y eso realmente esta mal, esos mismos podrían crear un apartado en FA en el que, en lugar de criticas, se hagan títulos de criticas o comentarios audaces y originales sobre películas, de no mas de una línea por supuesto, que leer cansa.

Ahora vuelvo a la carga. Vuelvo a meterme con Lynch, con el maestro Lynch, con el genio Lynch, con el creador de universos fantásticos y abrumadores, con el mismo gilipollas de siempre. Nueva película, tres horas de duración, “vaya coñazo” pienso, “pero bueno, habrá que darle otra oportunidad” me digo, y cumplo. Pongo el dvd y empieza el show, aparecen conejos, bueno, hombres disfrazados de conejos, totalmente inexpresivos, con risas enlatadas de fondo, diálogos surrealistas, una tía que llora, esta mirando al televisor, de repente la película es normal, pero no nos lo flipemos, es solo un minuto, todo lo demás es paranoia gratuita del Doctor Lynch. En el minuto quince parece que todo va a volver a la normalidad de una vez por todas pero tampoco, es un espejismo. En este momento me empiezo a quedar dormido, es inevitable, intento despertar para por lo menos poder despotricar de lo que me queda por ver, no puedo, me duermo.

Días después hice un nuevo esfuerzo para verla por completo, pero fue infructuoso, menudo montón de mierda.

Estoy convencido de que un día, en su casa de Sunset Boulevard, el bueno de David le hizo una apuesta a su esposa, diciendo:
- ¿Qué te apuestas a que soy capaz de hacer una película de tres horas, contando lo que me de la gana, sin seguir ningún orden, mostrando cosas que no entiendo ni yo y me la producen? ¿Y a que la tachan de obra maestra? Ya no tengo nada que demostrar. Soy el Dios de lo onírico y aquí todo vale.

Incondicionales de Lynch, crucificadme.
Peñafiel Slater
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13 de febrero de 2008
45 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dicen que la esta crítica está maldita. Que alguien intentó insultar a Lynch y murió. Pero yo no lo sabía. Me han engañado. Es un cuento polaco. De un niño, una niña que le gustaba escribir sobre películas. Veo roña bajo el teclado. Este se puede levantar. Me cuelo dentro y ahora no soy Chago. Ahora soy Lynch. Ahora miro a Chago mientras sigue escribiendo. Lo paro. Me mira. Lo vuelvo a mirar. Se levanta, o soy yo el que ahora que no soy yo y soy él me levanto. Las palabras danzan a mí alrededor a velocidades más elevadas que la luz. Veo un resquicio en la pantalla. Es luz. La ve él. Doblo por un pasillo poblado de conejitos duracell. Me persiguen. Los persigo. El lo observa. La metacrítica ya está iniciada. Ella sóla imprime sus frases. Escucha el teclear de un teclado sin teclas. Duermo. Se despierta. Por fin terminó. Ella acabó. Por fin terminé.

Si esta crítica la firmara David Lynch, sería aplaudida eternamente, pero es un chiquilicuatro llamado Chago77 que presenta su infumable metacrítica. ¡Ahhh! Pobre de aquellos que no se llamen David Lynch.

Estoy decepcionado por aquellos que quieren ver en este experimento sin control ni gusto algo que continua de su espléndida Mulholland Drive. Tomine, alguien a quien considero juicioso, comenta que sin guión hay libertad. Tanta, que me pierdo, que me abandono a la modorra de tres horas sin sustancia. Sin cabeza. Sólo para esos fieles que nada les importa mientras esté firmada por gurus del cine moderno. Ni siquiera su figura solitaria como rara avis me permite enjuiciarla con algo de ternura. Las reglas quedan confusas cuando Lynch esta al mando, pero tanto borrarlas ha creado algo borroso.

Tampoco de su juego con el digital sale airoso. Es más, hubiera mejorado mucho, a mi juicio, que Lynch se olvidara del digital y filmara con unos colores que le hubieran creado algo más bizarro, quizá no tan onírico (pero coño, para eso existen los filtros).

Lo principal: me aburrí mucho. Algo secundario: no entendí nada. Creo que ni su director entiende algo. Jugar con la comprensión es algo que Lynch suele hacer con soltura y garbo. Me gusta. También lo hizo hace poco Haneke. Y mucho tiempo antes teníamos el surrealismo (como máximo exponente Buñuel). Pero Lynch quiere ir más allá, y se rompe todo. A mucha gente le encanta. A mí me asusta (por si pretende repetir). Con lo agustito que estaba yo en los primeros cuarenta minutos.
Chagolate con churros
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10 de julio de 2008
46 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me presento. Mi nombre es David Lynch y soy un reconocido director de cine. Hago cine como muchos, algunas de mis películas son consideradas verdaderas obras de arte, otras obras de culto y otras simplemente son una mierda.

Mis compañeros de profesión me conocen como el tío que no sabe enroscar bien las bombillas, por eso siempre parpadean las luces en mis pelis. Soy un poco extraño y tengo un peinado un tanto afro. En mi primer film un tío me interpretó a mí, porque por si no lo sabían ustedes el Henry de “Cabeza Borradora” soy yo.

Soy tan extraño, tan extraño que saqué mi vena sensible para hacer “El hombre elefante” basada en un personaje con el que me siento bastante identificado. A Sting casi le hundo la carrera, a mi bella Isabella Rossellini la he dejado traumatizada, ahora sueña a diario con un loco que se parece a Dennis Hopper.

Estoy obsesionado con el rojo, con las luces potentes, con las luces parpadeantes, con las luces de carretera y con las luces del puticlub donde trabajaba habitualmente mi gran amiga Laura Palmer. Por cierto a Laura la maté yo en una de mis habituales idas de pinza.

Un día me volví un tanto esquizofrénico al perderme en una carretera, creo recordar que conducía un hermosísimo tractor. Mi transporte no era amarillo, era rojo. Me encantaba la luz roja de mi tractor. Con mi medio de transporte llegué a Mulholland Drive, llegué aquí entre sueño y sueño mientras mostraba al mundo mi colosal talento esquizofrénico. Decidí dejar el talento en aquella calle de Hollywood para hacer Inland Empire. Y aquí estoy después de haber visionado las tres horas de película que he rodado fumado, drogado y sin ingenio.
Sersolo
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24 de febrero de 2007
41 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
Abrimos los ojos y nos encontramos solos y sentados. Una silla (alta, nuestros pies no rozan el suelo) y cuatro paredes grises. No sabemos que hacemos allí, no recordamos nada sobre nosotros antes de haber despertado en este lugar pero un temor indefinible nos impide reaccionar, abandonar la silla y movernos. El tiempo pasa lento y, con él, nuestro temor mengua vencido por la curiosidad y el aburrimiento. Finalmente, en un impulso de valor, abandonamos la silla y nos acercamos a una de esas paredes. Al posar nuestra mano en ella notamos que algo se desprende, quedándose entre nuestros dedos. Polvo. Con cuidado al principio y frenéticamente después, barremos con nuestra mano la capa que cubre las cuatro paredes. Detrás de ella sólo vemos nuestro reflejo. Rodeados y condenados a contemplarnos, eternamente.
El párrafo anterior intenta aplicar el "método Lynch" a lo que sería una aproximación a la clave que descifra su última película The inland Empire, pero como este planteamiento (gemelo al de la obra) resulta oscuro y confuso intentaremos articularlo de una manera más comprensible. Para entender esta película se deben dar dos condiciones en el espectador. La primera y más importante es que su pasión por el cine sea grande. La segunda es que posea un conocimiento previo de la obra del autor. Dadas estas condiciones debemos de huir de aquellas opiniones maniqueas, que poblarán periódicos, críticas especializadas y artículos de opinión amateur como éste. Tanto las críticas que la desdeñen como una rareza como aquellas que afirmen su condición de obra maestra absoluta, sin aportar más que el nombre del autor como argumento deben ser descartadas. Y esa es la clave. Durante toda su carrera Lynch ha explotado, experimentado y (a veces) hasta abusado del poder manipulador de la imagen sobre el espectador. Este Lynch oscuro, transforma escenas cotidianas en estados de profundo extrañamiento en el espectador (recordemos el arranque y final de Terciopelo azul) o situaciones que resultan cómicas en súbitos estallidos de violencia. Esta experimentación previa es lo que le ha permitido madurar como artista para acometer la titánica tarea de realizar The Inland Empire, posiblemente, la reflexión más lúcida que el cine ha hecho sobre el cine hasta la fecha. Con más de un punto en común con la obra maestra de Ivan Zulueta Arrebato, Lynch nos plantea la reflexión sobre nuestro papel como expectadores, sobre aquello que deseamos sentir y experimentar al ver una película, sobre como nos implicamos en historias que sólo existían en la imaginación del artista pero a las que nosotros infundimos nueva vida y significado, muchas veces alejados de la intención original del creador, pero no por ello menos válidos o interesantes. Por eso, tú que estas leyendo estas palabras, deja de hacerlo y acepta el reto. El viaje merecerá la pena.
Niccólito
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