Animales salvajes

Kim Ki-Duk debuta en 1996 con dos películas. “Wild Animals” es el segundo trabajo de un realizador que ya expone en esta cinta los temas que luego le perseguirán durante toda su filmografía y que conseguirá plasmarlos de manera mucho más efectiva. Violencia, soledad, sexo, surrealismo y arte se entremezclan en “Wild Animals” con muchos fallos y ciertas incoherencias. Los desnudos son todos gratuitos: pechos, pecho y alguna cosita más que me recuerdan más a ciertas películas españolas que a una producción coreana.

Si bien es cierto que el director no encuentra una forma brillante de acabar la trama, el guión es correcto, con momentos de cierto interés. Puliría tiempo después, esos fallos garrafales de violencia desmesurada sin sentido que aquí intenta compaginar de mala manera con un lirismo exagerado.

Hay ya, en estos primeros trabajos un toque bizarro difícil de catalogar. Hay ya, un sello extraño que imprime a lo que rueda como el papel de un pez congelado.

La música es muy mala, y no sé si sería la experiencia o los dólares lo que ha conseguido que ahora sus bandas sonoras sean portentosas.

Historia con algunos detalles autobiográficos –Kim emigró a Francia, donde pintó para ganarse la vida– sobre una extraña amistad que nace entre dos coreanos inmigrantes. El amor y la necesidad de dinero para obtenerlo les llevará a introducirse en el peligroso mundo de la mafia, en el que la traición está a la orden del día.

Lo de la música ridícula es una constante en sus primeros trabajos, que siempre son empeorados por la falta de presupuesto. Pero teniendo en cuenta el poderoso estilo de Kim, esto no es un inconveniente importante.
El guión es bastante bueno, uno de los escritos por él que más posibilidades tenía, que más se aproxima al cine occidental, pero no termina de estar bien pulido. Se empeña en meter su violencia grotesco-poética en una historia que no lo necesitaba, que quizás habría quedado mucho mejor si el director hubiera sido otro. Introduce pistas que hacen que algunos sucesos de la excesivamente alargada y enrevesada parte final sean totalmente predecibles –por ejemplo lo del Rolex–.
Aunque posiblemente haya más sangre y más erotismo que en otras de sus películas, parece que hay menos violencia simplemente porque todo tiene una justificación menos extravagante.

Me parece una película con grandes momentos, admirable si tenemos en cuenta el presupuesto y la escasa experiencia del realizador cuando la hizo.

De las primeras películas de Kim Ki-duk y de lo más flojo e irregular de su filmografía. Obra desigual y sin pulir, con defectos narrativos y un potaje de violencia, amistad, erotismo y melodrama más mediocre que logrado. Mucho le quedaba al surcoreano para lograr su fértil etapa creativa.

Mamporros, artes marciales, pintura, escultura, estatuas vivientes, personajes que pintan o se sienten atraídos por el arte, voyeurismo, juego con espejos opacos donde los personajes muestran emociones y se confiesan, desnudos femeninos gratuitos, banda sonora de rebajas, puñetazos de pego, erotismo de garrafa de telefilme nocturno, mafias, pistolas de juguete, asesinos cutres, muertes todavía más cutres, apertura de piernas en cama con música de filme erótico/porno ochentero, automutilaciones, mucha violencia, dosis de surrealismo, poesía minimalista y amor obsesivo.

Puede ser el resumen de la segunda película de Kim Ki-Duk. La peor que he visto con diferencia de este director y que simplemente debe constar como mera curiosidad por estar rodada en Paris, dónde Kim Ki-Duk estudió bellas artes y se ganaba la vida vendiendo sus obras malamente. También por mostrar elementos que desarrollaría posteriormente mucho mejor y de manera más acertada.

Huele demasiado a subproducto erótico con dosis de violencia que a cine emocional y poético.