Las películas francesas suelen ser lentas y, por tanto, se le hacen a uno aburridas. Esta película de Claude Lelouch también tiene escenas innecesariamente largas, pero están bien filmadas y se perdona su largo metraje a muchas de ellas por ir acompañadas de buena música.

Sin embargo toda la película resulta excesivamente larga. La mezcolanza de personajes y situaciones inconexas puede atraer con curiosidad al espectador hasta la primera hora y media. Luego te vas dando cuenta de que el director ya no pretende unir sus diversas historias dotándolas de sentido dramático. Sino que prolonga su ensimismamiento fílmico con más escenas y más personajes sacados de la nada que podrían durar así hasta el infinito.

Gracias a Dios siempre hay la posibilidad de apagar el televisor cuando te sientas saturado de tantos melodramas desparramados por la pantalla.