Conocí a Eminem hace ya años con un videoclip muy chulo, el de “My name is”, y me cayó bastante bien. Pensé que era un humorista o algo. Pero al poco tiempo me di cuenta del equívoco, de que en realidad era un retrasado mesiánico y plomizo, además de paleto misógino (válgame la redundancia) ostentador del insigne título de “enemigo mortal” de tiranos mundiales de la talla de Britney Spears o Christina Aguilera (¡Qué nivelazo!). En fin, pan y circo.
Para quien le quede alguna duda de lo cenizo que es este letrista iletrado está 8 millas. La crítica social, según se plantee, puede aburrir mucho. La puta vida privada del juguete favorito de la MTV del momento es directamente una cura de sueño. Por cierto, se les olvidó incluir la violación anal a la que se vio sometido durante su arduo proceso de integración racial en el universo hiphopero, sin la cual no se puede explicar esa histeria homófoba que plaga montones de sus ridículas declaraciones y aún más patéticas rimas. Capullo.
No soy muy aficionada al raperismo pero, puestos a plasmar la tendencia en pantalla, hubiera preferido una comedia con los Beastie Boys, los raperos más enrollaos y cachondos del planeta, y sus peripecias intergalácticas. Tendría su gracia.