Lo dijo un beatle en un pasaje de los Simpsons, cuando los Borbotones plagiaban a los Beatles cantando en una azotea. Pues bien, Soderberg elabora un manejo cuasi calcado del thriller-rompecabezas que últimamente estamos acostumbrados a ver. Comercializado o displicente, lo cierto es que pone en bandeja cuestiones que dan que hablar, pero subordina el planteo final a una técnica narrativa que fagocita cualquier segunda intención: el armado del thriller policial con pistas sueltas que luego se conectan demanda demasiada atención, tanto para el director como para el espectador.

Si la peli se hubiera manejado de principio a fin bajo un sistema narrativo clásico; y eso sumado al ritmo depresivo (no solo de esta peli, más bien una marca autoral) que destilaba la propuesta, el resultado hubiera sido otro. Nadie hubiera reparado en retorcijones argumentales ni en buscarle el claro a la paranoia siniestra. Detrás están los laboratorios, la guita, el ser humano como objeto de un sistema capitalista perverso...se podría decir que el envoltorio paranoide guardaría cierta coherencia. Pero no funciona: si estamos pendientes de "ah, sí, este cabo suelto conecta con los otros" entonces el mensaje más general queda sublimado dentro del retorcimiento particular. En términos de eficacia narrativa, es muy difícil que un entramado general se decante por una situación particular que lo termine justificando.

En resumen: correcta la resolución técnica de las múltiples trampas narrativas. Y no más que eso. Si Efectos... pretendía ser algo más hay un problema.