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Austria Austria · Ciudadano del mundo
Voto de I m feeling good:
5
Drama Representación de una serie de violentos asesinatos en Irlanda del Norte sin pruebas exactas sobre quién es el responsable. (FILMAFFINITY)
27 de noviembre de 2009
7 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace un montón de meses que me dispuse a ver esta obrita de Alan Clark, tras contemplar el experimento conceptual que gira alrededor de la violencia terrorista indiscrimidada, decidí ponerle el cinco. Fijaos en mi dilema moral, que esconde algo más profundo que una simple disquisición cinéfila, puesto que decidí aprobar una creación artística que, en mi fuero interno, merecía el suspenso. Son cinco puntitos compasivos, que aplauden la reflexión del gordo inmundo que ve en el delirio de la carne un mal menor a su virginidad cincuentona, canosa, homeopática e intranscendente. Es un aprobado por el intento del ir más allá, pese a que, a fin de cuentas, el producto consecuente no pase de ser una curiosidad del mercado.

Según vi al elefante le tiré un cacahuete, con la cara de Clark, que encontré en la acera, porque es un animal manso y asustadizo, que huye ante la falsa amenaza de un ser inofensivo que se obceca en atravesar su espacio vital más rápido de lo que sus ojos lo retienen. En esta gran metáfora falla el concepto principal, puesto que se nos azuza a nosotros (como Estado elefántido) a acabar con el intruso (grupo minoritarío terrorista) tan inocuo en términos estadistas como molesto.

“Ansiedad”, le dijo el ratón al gato antes de visitar al cacahuete de Alan Clark. El gran valor del terror es su no presencia, su inactividad, que gana enteros en esa espera dilatada por el tiempo y la amenaza, que provoca más perjuicios en una sociedad que cualquier grupo armado con exigencias nacionalistas. Pese a que pretendía turbarnos y conmovernos por partes iguales, esa cola interminable de asesinatos sin preludio ni epílogo, no lo consigue, porque carece de la pauta esencial del mundo terrorista, la corrosión psicológica que antecede a sus posibles, aunque excepcionales, actos de barbarie. Esa fila de muertes injustificadas nos aletarga hasta aborrecer el cine y la madre que nos parió, porque este mediometraje, al carecer de una puesta en escena atrayente y ansiógena, acaba convirtiéndose en un transcurrir monótono e insoportable.

También cabe la posibilidad de que el autor quisiera denunciar, de forma práctica y gradual, la insensibilidad del espectador medio ante la violencia cotidiana. Ante ello sentencio: Una obra que pretenda aburrirnos para alcanzar su valía es y será siempre una aberración intelectual. El hastío supone una lógica desconexión de la realidad puesto que no te satisface en la medida adecuada, si se habita en esta escisión nunca se podrá percibir, convenientemente, las cualidades de tal o cuál expresión intelectual.

Debo rematar mi crítica, el elefante de mi salón se ha cagado encima de mi gato, desintegrándose este ipso facto.
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