"El caso Slevin" habla de cifras y números de suerte manchados de mucha sangre, todo tiene su hora, conseguir apuestas seguras y jugar en muchos equipos, planes ocultos que implican a mucha gente, hay narices, oidos y bocas, muchos personajes que catalizan una intriga peligrosa, que entraría en combustión en cualquier momento, de hecho, siempre permanece en llamas porque está enrachada, un producto que sale redondo, burlón e infiel, igual demasiado espabilada y enterada, pero tampoco íbamos a pedir que fuera un producto de Ritchie.

Pactos rotos, si debes dinero, pasas al bolsillo del jefe, si no pagas, a su nevera, una intriga trillada con una cara nueva en la cuidad como referencia, por cierto, una cara que realmente dan ganas de romperle la nariz, todo es un enorme chiste de alta ingeniería, un payaso en medio de la guerra, todo son anécdotas sobre estar en el lugar y el momento equivocado, todo es exagerado.

Actuaciones exigentes en un aceptable disparate con muchos asuntos pendientes y muchos personajes misteriosos, se juega al límite de la ironía con tanto interrogante, es jugar al gato y al ratón con muchos bichos raros y un fantasma que hace estallar la ciudad con la ayuda de su ataraxia y sus motivaciones para olvidar a su ex, un nudo sin dudas poco convencional, de estilo propio y muy arriesgado que sale bien, lleno de discursos para vender gato por liebre en los dos edificios, un mismo vendedor, un caballo llamado Slevin, la venganza de Kelebra, el perro malo.