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Ciencia ficción. Fantástico. Aventuras
Caesar, el simio que capitaneó la revuelta contra la raza humana, es un benévolo gobernante que fomenta la convivencia con los hombres, a pesar de la oposición del general Aldo (Akins), jefe militar de los simios. No obstante, los hombres que han sobrevivido a un holocausto nuclear son considerados ciudadanos de segunda clase. Caesar decide realizar un viaje a la "Ciudad Prohibida" con MacDonald (Austin Stoker) y el sabio Virgil (Paul ... [+]
18 de septiembre de 2014
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quinta y, por fortuna, última entrega de la saga inicial de “El planeta de los simios” (1968), cerrando así una decadencia exponencial que ya comenzaría la primera secuela, “Regreso al planeta de los simios” (1970).
Roddy McDowall repite el papel de César, el simio rebelde que alzó en armas a sus congéneres en “La rebelión de los simios” (1972) y ahora es un líder paciente que mantiene la paz entre los humanos supervivientes del holocausto nuclear, y los simios que ya les igualan en inteligencia. Pero no todos los monetes están a gusto con el status quo mantenido por César, y hay algunos que reivindican la supremacía simia. Éstos son capitaneados por Aldo (Claude Akins), quien se enfrenta abiertamente a César y aboga por la violencia y la, digamos, “limpieza étnica”.
J. Lee Thompson vuelve a repetir en la dirección después de haber firmado la entrega anterior, pero tampoco consigue dar a la cinta la épica que requiere. Aún así, el filme es algo superior que el resto de secuelas juntas, pero ni siquiera de esa manera consigue evitar el tono cansino y desvirtuado de la narración, la sensación de escasez de medios e ideas, e incluso rozar el ridículo en ciertas escenas que se suponen serias y dramáticas (no hay más que ver, por ejemplo, el impresionante “ejército”, encabezado por un autobús escolar, con el que los habitantes de la Zona Prohibida invaden el poblado simio).
La cinta intenta, muy someramente, tocar temas como la xenofobia o la intolerancia, y de forma más destacada la necesidad de venganza, muy humana por otra parte. Con ello tenemos quizás el capítulo más oscuro de toda la saga siempre, por supuesto, sin contar con la primera película, cuyo mensaje y espíritu no han conseguido igualar ni por asomo ninguna de sus secuelas, incluida ésta.
Habría que esperar a 2001 para que Tim Burton rescatara para el cine, de forma irregular, el olvidado planeta de los simios, aunque el verdadero rescate vendría de la mano de Rupert Wyatt en 2011 y de Matt Reeves en 2014, revitalizando magistralmente una saga que ya tenía la puntilla dada desde su primera secuela.
Roddy McDowall repite el papel de César, el simio rebelde que alzó en armas a sus congéneres en “La rebelión de los simios” (1972) y ahora es un líder paciente que mantiene la paz entre los humanos supervivientes del holocausto nuclear, y los simios que ya les igualan en inteligencia. Pero no todos los monetes están a gusto con el status quo mantenido por César, y hay algunos que reivindican la supremacía simia. Éstos son capitaneados por Aldo (Claude Akins), quien se enfrenta abiertamente a César y aboga por la violencia y la, digamos, “limpieza étnica”.
J. Lee Thompson vuelve a repetir en la dirección después de haber firmado la entrega anterior, pero tampoco consigue dar a la cinta la épica que requiere. Aún así, el filme es algo superior que el resto de secuelas juntas, pero ni siquiera de esa manera consigue evitar el tono cansino y desvirtuado de la narración, la sensación de escasez de medios e ideas, e incluso rozar el ridículo en ciertas escenas que se suponen serias y dramáticas (no hay más que ver, por ejemplo, el impresionante “ejército”, encabezado por un autobús escolar, con el que los habitantes de la Zona Prohibida invaden el poblado simio).
La cinta intenta, muy someramente, tocar temas como la xenofobia o la intolerancia, y de forma más destacada la necesidad de venganza, muy humana por otra parte. Con ello tenemos quizás el capítulo más oscuro de toda la saga siempre, por supuesto, sin contar con la primera película, cuyo mensaje y espíritu no han conseguido igualar ni por asomo ninguna de sus secuelas, incluida ésta.
Habría que esperar a 2001 para que Tim Burton rescatara para el cine, de forma irregular, el olvidado planeta de los simios, aunque el verdadero rescate vendría de la mano de Rupert Wyatt en 2011 y de Matt Reeves en 2014, revitalizando magistralmente una saga que ya tenía la puntilla dada desde su primera secuela.
