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España España · Cinecittà
Voto de Xavier Vidal:
8
Drama Estados Unidos, años 50. Jack (Hunter McCracken) es un niño que vive con sus hermanos y sus padres. Mientras que su madre (Jessica Chastain) encarna el amor y la ternura, su padre (Brad Pitt) representa la severidad, pues la cree necesaria para enseñarle al niño a enfrentarse a un mundo hostil. Ese proceso de formación se extiende desde la niñez hasta la edad adulta. Es entonces cuando Jack (Sean Penn) evoca los momentos trascendentes ... [+]
20 de septiembre de 2011
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre entendí el cine como un viaje de lo concreto a lo abstracto. Me explico. Uno puede querer hablar sobre la vida, pero lo tendrá que hacer a partir de unos personajes y de una trama. Lo peculiar, lo pequeño, lo concreto aparece encarnado en los seres de cada film, y acaba convirtiéndose en metáfora de una idea mayor, más general. Por eso el buen cine habla de uno (el personaje que muere y vive, sufre acciones y las provoca) y a la vez de todos nosotros. Eso no sucede con el cine de Terrence Malick, y muy particularmente con esta El árbol de la vida. Malick toma el camino contrario: va del concepto al individuo, y no al revés, como sería esperable y deseable. Malick habla de ideas, no de personajes con idearios. Algo que puede parecer igual pero que no lo es. El árbol de la vida es filosofía, no una película filosófica. Más que una película espiritual o religiosa es casi una religión, un espíritu. O al menos esa es su intención. Y Malick es consciente de ello. Un propósito que es descomunal y cuestionable.

Qué curioso que una película en apariencia tan mística acabe por no tener alma: uno nunca sabe cómo interpretar las actitudes de los personajes... será porque, de nuevo, Malick quiere hablar de la figura del padre, del hijo, del hermano y hasta del espíritu santo. Conceptos, que no personajes. En general. En mayúsculas. A lo grande. Y esa grandilocuencia me molesta. La película se pavonea, presume de atmósfera y de discurso, y puede que sólo se haya quedado con lo primero. Por lo tanto, admiro Malick, reconozco su genio, pero también añoro un Malick menos engolado, más fresco y menos grave, más práctico que teórico, más sintético que pomposo, con menos reflexión y más sentimiento. La fotografía es excelente y sus imágenes son bellísimas, pero en el fondo todo es tan frío y adoctrinador como un sermón de misa.

Entiendo, al menos intuyo lo que Malick me está contando, lo veo, lo acepto y lo cuestiono; pero también entiendo que algunos fotogramas no dejan de ser salvapantallas de ordenador que si vinieran firmados por un director novato recibirían el menosprecio directo de la crítica. Hay que ser ecuánimes con Malick, ahora con El árbol de la vida, y a gusto personal ni es la obra maestra que defienden los exagerados ni la basura sin sentido que proclaman otros. Ni tanto ni tan poco. Ante una película tan extrema me sitúo en medio, en ningún bando, atacándola con cautela y defendiéndola en su justa medida, si es que esto es posible. Será inevitable volver a ella, aunque sea para decir lo que comentó un espectador al acabar la función, una frase que suscribo y que hago mía: 'Es la película más rara que he visto en años. Y tengo muchos años. Y he visto muchas películas...'.

Xavier Vidal, Cinoscar & Rarities
Xavier Vidal
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