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Rep. Dominicana Cafarnaúm
9.255
Drama
Ante un tribunal, Zain, un niño de 12 años, declara ante el juez. -¿Por qué has demandado a tus propios padres? -Por darme la vida.
25 de febrero de 2019
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
«El mundo está loco. Lo malo es que los que siempre pagan el pato son los niños. Si hay guerra, los niños. Si hay hambre, los niños». Estas palabras de la genial película ¿Quién puede matar a un niño? (1976) resumen un poco lo que Nadine Labaki, en su tercer largometraje como directora, quiere contarnos a través de un niño cuya edad exacta desconocemos porque nadie se ha preocupado en presentárselo al mundo.
El pequeño protagonista –en edad, que no a nivel interpretativo– se llama Zain y vive en una atmósfera donde predominan la miseria y los canallas. El público observa cómo hace cosas buenas y malas para poder sobrevivir, pero no lo juzga. Al fin y al cabo, solo es un niño y no conoce otra cosa que la mendicidad y la violencia. Lo mejor y más interesante de la película es la oportunidad que se le da al pequeño para opinar sobre la situación que le está tocando vivir a él y a todos los niños. Porque a ellos nunca se les permite hablar sobre grandes decisiones pero las consecuencias las pagan como miembros de la sociedad. Y este error se hace más grande cuando escuchamos que el niño habla y opina, muchas veces, con más criterio y cordura que los adultos. Y eso la película lo muestra magistralmente para hacer reflexionar al espectador.
Labaki, como ya hiciera en Caramel (2007) y en ¿Y ahora adónde vamos? (2011), aborda un drama social y sabe cómo introducir –en contadas ocasiones– cierto toque de humor sin hacer olvidar que la situación que se nos está mostrando es terrible. La diferencia que posee Cafarnaúm con sus otras dos películas es que mi interés por lo que me está contando se hace patente desde el comienzo hasta el final, además de que la considero superior técnicamente hablando. Por esas razones, creo que estamos ante la mejor obra de Labaki, quien está contribuyendo a que podamos descubrir un poco más el cine libanés.
El pequeño protagonista –en edad, que no a nivel interpretativo– se llama Zain y vive en una atmósfera donde predominan la miseria y los canallas. El público observa cómo hace cosas buenas y malas para poder sobrevivir, pero no lo juzga. Al fin y al cabo, solo es un niño y no conoce otra cosa que la mendicidad y la violencia. Lo mejor y más interesante de la película es la oportunidad que se le da al pequeño para opinar sobre la situación que le está tocando vivir a él y a todos los niños. Porque a ellos nunca se les permite hablar sobre grandes decisiones pero las consecuencias las pagan como miembros de la sociedad. Y este error se hace más grande cuando escuchamos que el niño habla y opina, muchas veces, con más criterio y cordura que los adultos. Y eso la película lo muestra magistralmente para hacer reflexionar al espectador.
Labaki, como ya hiciera en Caramel (2007) y en ¿Y ahora adónde vamos? (2011), aborda un drama social y sabe cómo introducir –en contadas ocasiones– cierto toque de humor sin hacer olvidar que la situación que se nos está mostrando es terrible. La diferencia que posee Cafarnaúm con sus otras dos películas es que mi interés por lo que me está contando se hace patente desde el comienzo hasta el final, además de que la considero superior técnicamente hablando. Por esas razones, creo que estamos ante la mejor obra de Labaki, quien está contribuyendo a que podamos descubrir un poco más el cine libanés.
15 de marzo de 2019
17 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
El recorrido de una película es alargado, teniendo mucha vida después de rodado y editado. Tras festivales, taquillas y premios pueden pasar meses, como es el caso de películas de amplio recorrido internacional en el circuito de cine de autor. El caso de la película que nos ocupa es el de una película que, por uno u otro motivo, tenía que acabar viendo tarde o temprano. Estuvo en la Sección Perlas del último San Sebastián, pero no pude encajarla entonces en mi plan de visionados. Tras la acalorada división de opiniones entre crítica y conocidos y la nominación a Mejor Película extranjera en los Óscar, la urgencia de unirse a la conversación fue superior a nuestras fuerzas. Por ello, aunque tarde, acudí a la sala de cine a ver la película de la discordia: Cafarnaúm, filme libanés de Nadine Labaki galardonado con el premio del jurado del último Festival de Cannes. Un largometraje que tanto había apasionado al público en los festivales en los que había competido (cerca estuvo de llevarse el premio del Público en San Sebastián) como enervado o encontrado la oposición de infinidad de voces en la crítica. He disfrutado de las películas previas de Labaki, y es a su vez un interés evidente de este redactor seguir el cine de Oriente Próximo y estar al tanto de las películas más relevantes de estas geografías. Por ello, pese a mis reservas, acudí a la sala en pos del encuentro. Y aún valorando las virtudes de una obra a la que mis compañeros han defenestrado en demasía, es cierto a su vez que el pedestal académico está a todas luces fuera de lugar. Una película de tema trascendente y dos buenos personajes en su núcleo, que no camuflan una perspectiva maniquea y monótona de su drama en un ejercicio de pura pornografía y manipulación emocional.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
27 de junio de 2019
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cafarnaúm es una película estupenda, pero también manipuladora.
Un poco como le ocurría a Slumdog Millionaire, salvando las diferencias entre ambas, es imposible permanecer indiferente ante las desventuras de Zain, y sin duda ocurre porque existe un cierto grado de manipulación de las emociones del espectador por parte del guión. En muchas ocasiones, las frases que recitan los actores buscan deliberadamente las lágrimas y el enfado del espectador, sin demasiado disimulo, y es una estrategia narrativa poco elegante y sutil.
Sin embargo, es imposible no rendirse ante la sabiduría como narradora de Nadine Labaki, a la ternura de la historia (a pesar de todas las desgracia que ocurren) y por supuesto al encanto y talento inconmensurable de Zain Al Rafeea. El actor, refugiado sirio, da una lección de temple, sinceridad y fuerza ante la cámara del que podrían aprender muchos actores adultos con años de formación en las más prestigiosas escuelas.
Una película imprescindible y necesaria.
Lo mejor: Su mensaje social y el niño Zain Al Rafeea, al frente de un reparto excelente.
Lo peor: Sin duda es manipuladora.
Un poco como le ocurría a Slumdog Millionaire, salvando las diferencias entre ambas, es imposible permanecer indiferente ante las desventuras de Zain, y sin duda ocurre porque existe un cierto grado de manipulación de las emociones del espectador por parte del guión. En muchas ocasiones, las frases que recitan los actores buscan deliberadamente las lágrimas y el enfado del espectador, sin demasiado disimulo, y es una estrategia narrativa poco elegante y sutil.
Sin embargo, es imposible no rendirse ante la sabiduría como narradora de Nadine Labaki, a la ternura de la historia (a pesar de todas las desgracia que ocurren) y por supuesto al encanto y talento inconmensurable de Zain Al Rafeea. El actor, refugiado sirio, da una lección de temple, sinceridad y fuerza ante la cámara del que podrían aprender muchos actores adultos con años de formación en las más prestigiosas escuelas.
Una película imprescindible y necesaria.
Lo mejor: Su mensaje social y el niño Zain Al Rafeea, al frente de un reparto excelente.
Lo peor: Sin duda es manipuladora.
17 de febrero de 2019
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La miseria y el instinto vital empujan a un niño a sobrevivir en un medio trágico y cruel. Una historia bien construida y narrada que no dejará impasible a nadie por poca sensibilidad que tenga. Atrapa desde el principio gracias a la excelente interpretación del protagonista y el soporte de su escenario descarnado, tanto físico como social, que tiene tintes de documental.
28 de febrero de 2019
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cafarnaúm. La película dirigida por Nadine Labaki no se puede analizar mediante un esquema habitual de crítica cinematográfica. Va mucho más allá. Su pretensión de hacernos conscientes de la realidad cotidiana de millones de personas es lograda plenamente al centrar su mirada en las personas más desfavorecidas y vulnerables por la desestructuración social que producen las guerras: los niños y las mujeres. Seguimos la singladura de un niño como otros muchos, sobreviviendo en la ciudad por la que anduviera Jesús El Mesías. Representa a los parias de la tierra sin cobijo, sin protección familiar, sin el mínimo de bienes materiales para sostener la dignidad de un ser humano. La directora consigue despertar la compasión en estos nuevos testigos que son los espectadores. La compasión involucra la idea de que otra persona ha experimentado un sufrimiento y una pérdida significativa y contribuye a alentar las conductas de ayuda que respondan a estas necesidades. Parte de la respuesta compasiva consiste en la admiración por el coraje y las capacidades de las personas que enfrentan obstáculos de esta terrible naturaleza. La única forma de ser consecuente con la conciencia adquirida es la colaboración. No hay mejor forma que responder a la mala conciencia que comprometerse de alguna forma. No podía imaginar que el augurio del Cristo sobre Capernaum, levantada hasta el cielo, y abatida hasta el Hades, tuviera una expresión tan clara en este tiempo: la serena resignación y lucha de estos niños abiertos a una esperanza que les venga de los seres justos mientras viven en esta materialización del mismo infierno.
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