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Que el cielo la juzgue

Drama. Intriga. Cine negro Richard Harland (Cornel Wilde), un joven escritor, conoce en un tren a Ellen Berent (Gene Tierney), una bellísima mujer con la que se casa pocos días después. La vida parece sonreírles, pero Ellen es tan posesiva y sus celos son tan enfermizos que no está dispuesta a compartir a Richard con nadie; tanto amigos como familiares representan para ella una amenaza de la que intentará librarse, provocando la desgracia de quienes les rodean. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 54
Críticas ordenadas por utilidad
14 de mayo de 2015
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
John M. Stahl es otro de esos directores infravalorados que realizó un puñado de películas muy interesantes durante los años dorados del cine clásico, resulta extraño el desdén con que se trata su filmografía y los pocos estudios sobre su persona. Uno de sus mejores trabajos, que se mantiene como paradigma del melodrama es “Que el cielo la juzgue”, según lo veo yo, tiene un argumento de cine negro en clave de melodrama puro, su interés radica en su exposición y tratamiento de un atractivo temario (el sexo, la mujer, las relaciones conyugales y amorosas, la infidelidad, la insatisfacción…), la película está basada en una novela de Ben Ames Williams, y tiene todo el sabor característico del relato policíaco.

No es casual los interrogantes que se plantean desde el comienzo del film: ¿Quién es Richard Harland (Cornell Wilde)? ¿Y quién es la mujer que le espera, Ellen Berent (Gene Tierney) ? ¿Por qué Richard pasó dos años en prisión? Las respuestas a todo ello y muchas cosas más, se encuentran en el largo “flash back” que empieza en ese momento del relato. Lo que sigue es el desarrollo de una fascinante intriga, la conducta criminal basada en el engaño y la manipulación. Pero por encima de otras consideraciones, el film es la más palpable demostración de la poderosa personalidad de John M. Stahl, un director que todavía carga con el sambenito de haber sido algo así como el “precursor” de Douglas Sirk, básicamente porque éste último filmó durante los años cincuenta sus memorables remakes de los films que había hecho Stahl durante los años treinta.

Aunque en este film pueden apreciarse detalles que el espectador identifica con el melodrama de Sirk: la función dramática del escenario natural de un lago, o de unas gafas de sol, o de un color chillón contrastado con un azul celeste, o el significado que adquiere una partitura romántica (preferentemente Schumann, Chopin o Liszt) insertada en un momento determinado de una secuencia; o la magnífica utilización narrativa de sentimientos límite, al borde de la locura. Todo ello es fruto del talento de Stahl, anticipándose a los grandes trabajos de Sirk. Aquí busca la intensidad por el contraste mediante una mirada poética, a veces con tonos alucinados, hacia el melodrama de psicología criminal, pues en cada uno de los planos existen referencias psicoanalíticas.

Pero por encima de todo, lo que confiere intensidad a la obra es su puesta en escena de exquisito refinamiento e indudable energía que, ayudado por un magnífico colorido gracias al operador Leon Shamroy, aproxima al espectador a los personajes a partir de sus sentimientos más extremos, o más dulces, o más poéticos, o más turbios, nunca marcados por el signo de la indiferencia o de lo cotidiano. Cuando los personajes se relacionan, se aman o se odian, son mostrados por el cineasta con agudeza, sensibilidad y con gran fuerza emotiva. La película está impregnada de una atmósfera peculiar e irrespirable, la música de Alfred Newman sirve de contrapunto a la historia, los actores rayan a gran altura destacando una Gene Tierney sublime.
Antonio Morales
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10 de marzo de 2010
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que la hermosa Ellen Berent siente por su marido no es amor, sino un deseo de poseerlo absolutamente, sin importarle ni él ni el resto del mundo. Y no creo que esté loca, sino que es perversa.

Muy buena adaptación de la novela del mismo nombre, sobre todo por lo que se refiere a las imágenes. Algunas son escalofriantes.
IzaNezzie
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29 de octubre de 2012
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los melodramas me producen urticaria y como uno no está especialmente dispuesto a sufrir picores a menos que se considere estrictamente necesario o sea debido a una vil equivocación tan sólo me acojo al primer supuesto (o a estar de sobremesa en casa de mi madre y tener que tragarme el culebrón de turno de Antena 3) a la hora de decidirme a cortarme las venas anticipadamente. 'Que el cielo la juzgue' es estrictamente necesaria y gracias a mis soberanos esfuerzos en gratas ocasiones me encuentro con un gozo como éste, de dimensiones místicas y que se encuentra sin pizca de remordimiento en los anales del género y como una de sus obras maestras durante su apogeo allá por la década de los 40 del pasado siglo.

'Que el cielo la juzgue' se nos muestra con un registro inclasificable y sería casi una ofensa enmarcarla de bonito dentro de un sólo género cinematográfico; la triste personalidad de Ellen (una indescriptible e inconmensurable Gene Tierney en lo bello y en lo interpretativo) y sus apasionados y crueles actos como mujer celotípica sin extremos ni fin a la hora de hacer y hacerse estragos con tal de poseer a la persona amada andan mucho más cercanos al thriller y al cine negro, algo nada usual por aquel entonces. Dos escenas brillantes y dramáticas de las que es tanto causante como deseada víctima son paradigmas de ello y de que Stahl maneja con inusitada perfección el tempo narrativo del suspense a pesar de su mayor y casi exclusivo bagaje en filmes de género dramático* (spoiler).

Pero no nos confundamos, Gene Tierney realiza un papel tan brillante y desesperanzado que, al igual que su prima Ruth en una de las escenas del filme, no nos queda más remedio que reconocer que 'es la mujer más sujeta de lástima que hemos conocido'. Es odiosa, pero no como la Bette Davis de 'La loba', sino de manera ahogada y seca, amarga e impotente... Una femme fatale para todos aquellos seres a los que ama y desea poseer sobre todas las cosas y más allá de la vida y la cordura, pero sobre todo fatal para sí misma en una excelente representación de todas las facetas y características psicológicas de una persona superada y vencida por los celos, partiendo rotundamente de la dependencia afectiva hacia su padre que comienza a mostrarse desde las primeras imágenes y que será origen y consecuencia directa de todos los actos y decisiones que irán marcando el devenir de Ellen a lo largo de la cinta.

Excelente fotografía en color, magníficos secundarios, un original flashback inicial que crea aún más incertidumbre y expectativas acerca de lo que se verá a continuación... pero ¿por qué no un 10? Nombre tiene y se llama Cornel Wilde, un actor resultón, que mantiene la dignidad y el pulso, pero que se muestra o demasiado triste o en exceso melodramático, ausente aunque presente con su rostro de cordero a punto de ser degollado y que al lado de Tierney a veces parece más un borrón que un alterego. Mas es igual, y no me apetece lastrar una maravilla clásica por una mácula, 'Que el cielo la juzgue' es un peliculón. Como la copa de un pino.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
poverello
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17 de diciembre de 2013
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya una vez lo dije: era un desperdicio filmar a Gene Tierney en blanco y negro. Yo también creo que fue la actriz más hermosa de la historia del cine, por delante de otras bellezas en una competencia estelar, y con el mérito de que entonces las divas no se hacían cientos de operaciones. Esas caras y esos cuerpos eran tal y como los había moldeado la naturaleza, sin toques de bisturí.
El Technicolor no se inventó por ella, obviamente, porque entre otras cosas ella aún no había nacido cuando esta técnica vio la luz, pero con ella conoció el esplendor de hacer resplandecer a la más bella. Ni siquiera Vivien Leigh en "Lo que el viento se llevó", realmente espléndida, la alcanza.
Y ahí quedó para la historia.
Gene tenía una sólida educación, se casó muy joven (cómo no, los tíos a su alrededor estaban que se las pelaban), rindió a Hollywood a sus pies, protagonizó buenas películas en los cuarenta, fue desgraciada en su vida personal, tuvo una hija discapacitada, se divorció y se volvió a casar y tuvo algún romance tormentoso, su declive profesional comenzó, fue muy solidaria con las instituciones sobre la discapacidad infantil y murió a los setenta años.
Cuando uno la ve en pleno 1945, en la flor de su juventud, da las gracias a quien introdujo el color en el celuloide, que por cierto "Que el cielo la juzgue" ganó el Oscar por su espectacular fotografía.
También supo interpretar muy correctamente roles de malvada. Aquí pone los pelos de punta como la posesiva Ellen Harland, que transfiere su brutal complejo de Electra desde su recién fallecido padre al nuevo objeto de su obsesión (que no amor, es incapaz de amar, sólo sabe poseer), su marido Richard Harland. Ese complejo la ha conducido siempre a asfixiar y aislar a la persona por la que Ellen siente su agobiante afán de posesión absoluta. Desde el principio es más que evidente que ella se "enamora" de Richard simplemente porque físicamente le recuerda al padre perdido, con lo cual ella no se vincula emocionalmente con el ser y su individualidad, con el hombre por lo que lo hace único, sino con el reflejo de otro que ella cree ver, la figura paterna, centro de su patético y retorcido universo infantil y juvenil. Es antisocial porque el contacto con los demás, ya sea la misma madre, la hermana adoptiva o el hermano de Richard, supone que ellos lo "acaparan", se "interponen", le roban los minutos a su lado, "reclaman" porciones de su corazón que sólo debe pertenecerle por entero a ella, y quiere adueñarse de su pasado, odia a cualquier chica con la que él hubiera flirteado años atrás, ve potenciales rivales en cualquier mujer joven que esté cerca, detesta que trabaje en el libro que esté escribiendo, no soporta ni que el pobre vaya al baño cinco minutos por las obvias necesidades fisiológicas, que hasta del wáter tendrá celos la muy bruja.
Muy conseguido el progresivo clima de tensión, de peligro inminente, el paso de la chispa y alegría iniciales a las suspicacias imaginarias, a los desplantes familiares, al lastre que cuelga de los hombros de Richard en cuanto se da cuenta de que se ha casado con un verdadero monstruo. Y entonces ya ni todo el Technicolor del mundo le serviría al infeliz desengañado para ver hermosura alguna en ella, no, ya no ve sus ojazos azules ni sus labios a los que tan bien sienta el rojo, ve a una completa extraña a la que no ha conocido hasta ahora, y sabe que si la colocaran en un retrato semejante al de Dorian Gray, saldría su alma espantosa, atormentada, patética, capaz de agostar bosques enteros y de destrozar toda energía positiva porque es uno de esos entes que no han venido para regalar felicidad y dejar algo bueno a su paso, sino para destruir, chupar la esencia vital, anular hasta reducir a la nada. Una mantis religiosa que atrae por el reclamo de su belleza física y que una vez que caza a su atontada víctima, se la zampa bocado a bocado, en un horrible ritual antropófago, el ritual definitivo, porque al devorar a su presa la aniquila, borra su voluntad y la hace realmente suya, ya no volverá a alejarse de su lado, ya no mirará a ninguna otra, no podrá respirar por su cuenta, porque hasta el aire es culpable de rozar sus pulmones y por lo tanto un enemigo mortal entre tantos.
Sales magnífica, Gene. Casi has conseguido parecerme fea. Casi.
Vivoleyendo
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14 de octubre de 2009
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente cinta que retrata con suma precisión los distintos personajes. Aclaro que los filmados en flashback, quitan un poco de emoción, por saber que va a pasar. Un guión es solvente y bien construido, aunque algunos detalles no estan del todo cerrados.
Muy bien la actriz Gene Tierney, en su papel de mujer enamorada, ¿Eso sera amor? No me parece. El amor es desinteres de uno mismo por el bienestar del otro. Esto se parece más bien a una pasión mezclada con egoismo. Solo le interesa tener a la persona "amada" a su lado y no le importa que sienta la otra persona. Esta pasión la lleva a la locura y descontrol. El resto de las actuaciones estan a la altura de las circunstancias.
Muchos años más tarde hicieron "Atración fatal", una cinta bastante inferior a mi entender, trata de un tema muy similar.
En lo técnico es irreprochable.
Muy recomendable.
megracia
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