El tiroteo

La película se abre con el plano de un caballo, a los que se les da la importancia debida. Si existen los géneros en el cine, el western es el más poderoso, el más genuino. Son las epopeyas clásicas o los cantares de gesta norteamericanos realizados a la par que el cine. En el western todo queda definido, los planos del bien y del mal, la épica de ser humano, forjado por su carácter y la amistad y empequeñecido por la naturaleza y el destino. El comienzo de Rio Bravo de Hawks, la mirada de Wayne en Centauros del desierto de Ford, la desesperación de Andrews ante la crueldad de la masa en Incidente en Ox-Bow de Wellman (o su calcado comienzo en Cielo amarillo) o incluso la mirada al cielo del vaquero contemporáneo Douglas en Los valientes andan solos de Miller hablan por sí solos. En EE.UU. cuando no hacen una comedia, casi siempre les sale un western, excepto El día de los tramposos (1970) de Mankiewicz un género en sí mismo. A finales de los 60 se intentó hacer el western más actualizado y complejo (psicología de los personajes) aunque fiel a los cánones como se refleja en la mirada curtida y patilluda de Fonda en Hasta que llegó su hora (1968) de Leone, la reunión de Holden, Oates y Johnson con Borgnine para ir a morir en Grupo salvaje (1969) de Peckinpah, Las aventuras de Jeremías Johnson (1972) de Pollack o El fuera de la ley (1976) de Eastwood.
“El tiroteo” es un gran western existencialista (pero incomprendido y arrinconado junto a las películas de Antonioni) y narra una persecución cada vez más profunda en el desierto, una carrera de vida y muerte marcada por las inexplicadas motivaciones sus protagonistas, alienados, a la búsqueda de algo incierto solo revelado parcialmente en sus secuencias finales (en las que algunos ven la representación del asesinato de Kennedy). Sigue su enrevesada sinopsis.

Todos tenemos claro que no es una película del oeste normal, de hecho, hasta diría que "El tiroteo" lo único que tiene del oeste es la estética y el contexto. Dicho de otra manera, Monte Hellman podría haber intentado vender lo mismo enmarcado de otra manera, en la IIºGM, en una isla desierta o en una nave espacial. Pero lo intentó acudiendo a un género cinematográfico esencial en la Historia del cine, un género que reúne a una ortodoxia que no suele ver con buenos ojos los experimentos (evidentemente, yo me incluyo). Aquellos que buscamos la esencia del cine clásico y lo hemos encontrado tan a menudo en el auténtico "far west", toparnos con ejercicios tan inclasificables como "El tiroteo" nos cabrea.

Me temo que mis motivos para clasificar esta película de mala son los mismos que a otros les sirven para considerarla mucho mejor: hablo de la indefinición de la historia, hablo del monumental interrogante que supone la película, de los infinitos puntos suspensivos que siguen tras el final, hablo de tomadura de pelo en lugar de genialidad, hablo de una película en la que la gracia está en que no se entiende nada y que todo queda abierto, todo es posible porque no sabemos qué quieren los personajes, no sabemos por qué se mueven en la dirección en la que lo hacen y sus intereses y sus objetivos nos son ocultos. Me molesta una pretenciosidad así, y que se use el western ya es el colmo. Miro el año de realización y entiendo que en plena efervescencia del ácido, las flores y las teóricas mentes abiertas una película así encaja perfectamente. Hasta algún seguidor de David Lynch lo verá como una cima creativa, pero yo me he sentido decepcionado inmensamente.

El arranque de la película con Warren Oates es engañoso, tras él no hay nada. La absoluta imprecisión posterior de todo lo que sucede me repatea y me fastidia. Menos mal que no dura ni hora y media, si no el bofetón sería un escándalo.

De autentica rareza puede considerarse este extrañísimo western que, como aludo en el título de esta crítica, remite al espiritu de Conrad e incluso, en algunos momentos al mismísimo Kafka.
Hellman, director peculiar donde los haya y siempre alejado de todo convencionalismo comercial, logra aquí una más que apreciable película que no dejará a nadie indiferente, un western claustrofóbico a pesar de que, paradójicamente, transcurre la totalidad de su metraje en la inmensidad de unas llanuras desérticas.
Cuatro únicos intérpretes, donde sobresale un inmenso Warren Oates, nos conducirán a un viaje no se sabe muy bien donde, ni porqué, pero que sospechamos tendrá un desenlace con tintes de auténtica tragedia griega.

Esto es lo que los críticos llama un western crepuscular de los años 60. Cuando los guionistas se quedaron sin ideas para las películas del oeste salían cosas como ésta. Una película extraña, con una música extraña y un desierto extraño, pero que te mantiene pegado a la butaca que es lo mínimo que hay que pedirle a una película.

Quizás el doblaje que se le hizo al español la estropee un poco ya que la voz de la chica suena como metálica y poco creíble. Buen trabajo de Oates y un Jack Nicholson jovencísimo haciendo de malo, malísimo. La película deja un regusto extraño.

Cine subterráneo rodado con planos generales. Con desiertos interminables y angustiosas sensaciones. De dominio ambivalente y montaje atropellado.
De horizontes finitos.
De viajes infinitos.
De búsquedas... y pérdidas.
De encuentros... y finales.

Quizás la vida, se nos esté escapando por el camino. Poco a poco.