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La madriguera

Drama Teresa y Pedro son un matrimonio sin problemas. Su vida monótona y convencional transcurre en una casa muy lujosa, pero demasiado grande y algo fría. Él trabaja como ejecutivo de una fábrica de automóviles, y ella es ama de casa. Un día reciben unos muebles procedentes de una herencia familiar de la antigua casa de Teresa. Son demasiado aparatosos y contrastan con la línea minimalista y moderna del chalet en el que viven, por lo que van ... [+]
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
9 de junio de 2010
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
1)) A vuelapluma

“Viridiana”, burguesía, el maquillaje, el espejo, los recuerdos de niña y plegaria, los cangrejos, el camisón como un sudario de pies crucificados, etc.


2)) Las resonancias, los actores

La influencia buñueliana, ya de por sí poco sutil, aparece aquí como discurso reiterativo con interpretaciones un pelín pasadas de rosca en su despropósito. Saura responsable, claro, por dejarles hacer a los actores a rebufo de un guion desmembrado de crescendo pretencioso y fallido.

“Secretos de un matrimonio” no tan secreto, puesto que se ve venir. Universo de Saura a medias bergmaniano y buñueliano, que pincha en hueso por su acromegalia discursiva.


3)) El “meollo” y su teatro

Sucesivos reflejos de fingimientos y realidades que descubren una realidad y una acusación de banalidad y aburrimiento en una pareja (una sociedad, unas convenciones y una época). Tensión alucinatoria en una estructura teatral carente de alma, que no consigue superar la losa en exceso intelectualizada de la propuesta; hay más agitación gaseosa que sensaciones.

La idea del juego que muestra y delata realidades e irrealidades se funde con un rodaje sujeto a experimentación e improvisación. En ello inciden estas líneas difusas entre juego y realidad, entre el personaje y el propio actor. Enfoques, todos, muy cercanos al teatro de autores de vanguardia como Jean Genet y cierta simbología del absurdo.


4)) Simbologías, psicologismos, memoria, improvisaciones, sueños…

El psico-juego iconográfico y su metáfora enclaustrada (las plumas, los vestidos, la casa, la pareja, los recuerdos en las fotos…) ofrecen el sempiterno tema de una burguesía contradictoria sumida en un desfase entre las tradiciones y el bolsillo de industrial. Alienación del trabajo, el vino, las amistades, la maternidad que no llega, las criadas y lo doméstico. Pero todo desde una grandilocuencia enferma, pasada de frenada.

Y de nuevo el recuerdo, siempre, la imaginación como emblema seminal del cine de Saura. Pero todo desde una pretenciosidad impostada, dilatada y plúmbea. Obvia, predecible. El juego de improvisaciones del dúo protagonista no funciona por pura rigidez, su mundo imaginario revelador de demonios se convierte en travesura tosca, tópica, superada por el propio director en pelis posteriores e, incluso, anteriores. Olvidando la máxima de Luis Rosales de que la ambigüedad es el pulso corporal del poema, Saura se enroca en una tediosa previsibilidad.

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Bloomsday
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1 de enero de 2011
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin ser una de las mejores películas de Saura (el más importante realizador español entre 1965-1975) resulta una película bastante representativa de su extensa y sólida filmografía, llena durante esta época señalada de,efectivamente, películas repetitivas y quizás monotemáticas, pero poseedoras de un universo propio, de una coherencia "interior" indiscutible y de un estilo (aún con considerables influencias de Bergman y Buñuel) personal y definible en un cine alegórico y metafórico, plagado de símbolos y de pretensiones psicológicas. "La madriguera" es una típica película sauriana: se cuentan dos historias. Una presente (una pareja de estable posición económica instalada en un sobrio chalet en la sierra de Madrid) y una pasada que determina la presente (los recuerdos infantiles de ella -inefable Chaplin- desestabilizan su relación actual y toda su vida), dónde a lo largo de un desarrollo plagado de tiempos muertos, pocos personajes y secuencias alegóricas (las escenificaciones familiares representandas por la pareja, Oscarsson rociando a Chaplin de cangrejos) todo acaba de forma trágica y de dónde se puede sacar entre ese conjunto hermético de imaginería sauriana reflexiones directas sobre la dominación, la autoclaustrofobización, la sed de poder, la fascinación de sentirnos humillados. Dardos, estos sí, muy diáfanos hacia eso que hemos llamado franquismo.
kafka
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10 de agosto de 2008
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La llegada de los muebles y objetos heredados de sus padres, hace que una mujer altere el comportamiento y empiece a mostrar desequilibrios y actitudes pueriles ante el desconcierto del marido.

Escrita por Saura, junto a Azcona y Geraldine Chaplin, los objetos del pasado son manejados como elementos invasores que van ocupando el espacio de los actuales y haciendo que la pareja protagonista detenga su opulenta vida para dedicarse a juegos, adoptando personalidades diversas, para culminar diciéndose lo que piensan de ellos mismos y del otro.

Con una estupenda fotografía de Luis Cuadrado, es claustrofóbica pero a la postre autocomplaciente, demostrando la evidente fascinación, en aquellos años, del director por Geraldine.
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Ennis
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10 de abril de 2013
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin ser una gran película, me ha parecido interesante. "La madriguera" constituye un título adecuado e ilustrativo para la historia que narra. El chalet de lujo (ultramoderno para la época), con sus innumerables espacios y la sensación de aislamiento, está concebido como una guarida o lugar de protección contra el exterior, pero también constituye un espacio claustrofóbico. O sea, una especie de "jaula de oro".

Carlos Saura presenta una historia de una pareja acomodada cuya convivencia se verá perturbada por la llegada de unos muebles antiguos, procedentes de la familia de ella. La aparente solidez y estabilidad de la familia se tambalea como un flan, y la rutina de las actividades cotidianas dejan paso al sonambulismo, la imaginación y el juego. El guión y Saura pasan continuamente de un plano de la realidad a otro, como si fuesen espacios y tiempos paralelos. Ahí discurre, sin duda, uno de los mayores hallazgos de la peli. Los personajes defienden su status, para autoparodiarse y reírse de sí mismos en la escena siguiente, sin solución de continuidad. En ese sentido, Geraldine Chaplin hace una de las mejores interpretaciones que yo le recuerdo.

Quizá el tono sea excesivamente autocomplaciente y el desarrollo de la trama resulte un pelín previsible. Sin embargo, la película atrae por la originalidad al abordar las relaciones entre los protagonistas, y por lo afilado y mordaz del mensaje latente en todo el metraje. "La madriguera" puede tener muchas lecturas, todas ellas oportunas, que quizá pasaron desapercibidas para la censura franquista de la época. La película encierra claras críticas a la sociedad burguesa, a la institución matrimonial y familiar que hoy conocemos, y a cualquier forma de sometimiento que pueda existir. Los protagonistas viven oprimidos y ahogados, tanto por los valores inculcados en la infancia, como por los convencionalismos que les han sido impuestos. Así que todo acaba como acaba...
rober
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10 de septiembre de 2015
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pese a que lo más interesante de la filmografía de Carlos Saura se encuentre en los años 60 y 70, no todos los títulos de este periodo tienen igual interés de tal modo que algunos de ellos han envejecido fatalmente y perdido fuerza expresiva si es que alguna vez la tuvieron. Este es el caso de esta irritante y aburridísima metáfora del aislamiento a caballo entre el peor Bergman y el guiño buñuelesco –del que tanto abusaba, en ocasiones, Saura- pero sin su humor chocarrero, que nos muestra la transformación de una pareja de la alta burguesía cuyas vidas previsibles cambian tras la llegada de los muebles de los padres de ella, muertos ambos trágicamente durante su infancia, que se van apoderando, como si de un cuento de Cortázar se tratase, de la casa y sus dueños. Surrealista y hosca, juegos, sueños, sonambulismo, insectos y traumas infantiles se conjugan en un cine caduco e innecesario, muy lejos del mejor Saura de aquellos años, capaz de obras mucho más logradas. Buena fotografía de Luis Cuadrado e interpretación de Geraldine Chaplin totalmente desbocada e histriónica.
Gould
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