El diablo entre las piernas

Ripstein, el retratista de los claroscuros de la pasión, la mexicana, la nuestra. Una pasión erótica y retorcida, patética y conmovedora. El diablo entre las piernas (título de precisión milimétrica), encuadra a la lujuria como un vehículo fatal, imperecedero, de aristas y texturas imperfectas, amoratadas, exangues, con todo el peso de la gravedad y el desgaste de los años mal vividos: la de dos viejos, unidos por el vínculo del odio, los celos, las memorias dolientes de un pasado de engaños y cuerpos ajenos al binomio sagrado de un matrimonio de hiel. De estética nauseabunda, blanco y negro, planos fijos y monólogos mordaces, acumulados los fotogramas de cachivaches, suelos de tierra y senderos de concreto con muros tatuados de gratifis y carteles de tipografía popular; cuerpos obesos, colgados del vientre, palabras sucias de amor prodigado con odio y desprecio. La retahíla de un esposo fetichista, enfermo de celotipia (Alejandro Suárez), una meretriz de antaño, castigada por la reiteración de su pasado (Silvia Pasquel) y la amante fiel, resignada a su papel secundario en el sórdido vínculo de dos viejos que se aman con desprecio (Patria Reyes Espíndola), triángulo amoroso al ritmo del tango y las bursitis, la señora de una estética sin clientes. El diablo entre las piernas, filme orgullosamente mexicano (este sí), que se siente propio, dolorosamente propio y universal. Ripstein consagrado, una vez más, como el retratista del amor nauseoso

El tema de la sexualidad en la tercera edad es un tema tabú no solo en el cine sino en la vida misma, que genera lo mismo rechazo que incomodidad, por lo que termina por ser invisibilizado, como si fuese algo inexistente.

La pareja y dupla que conforman Arturo Ripstein y Paz Alicia Garciadiego deciden abordarla en su más reciente película, que es toda una declaración de intenciones desde su contundente título, ‘El diablo entre las piernas’, y lo hacen sin tapujos y de manera directa.

Beatriz (Silvia Pasquel) es una mujer madura que vive junto a su marido (Alejandro Suárez), un viejo farmacéutico retirado, que la maltrata y humilla constantemente, por una presunta infidelidad, Beatriz se relaja disfrutando sus clases de tango, donde coquetea con su pareja de baile (Daniel Giménez Cacho).

Cuando no está en su casa paseando en pijama y molestando a su mujer, su marido visita a su amante (Patricia Reyes Spíndola), la peluquera del barrio, una mujer madura que no espera nada más de esa relación, ellos han conformado una tóxica dinámica de la que es testigo la empleada de la casa (Greta Cervantes).

Ripstein y Garciadiego dan forma a un relato en blanco y negro con muchas de las características que han forjado juntos en su filmografía, un guion que presenta personajes con sustancia, y que escupen frases un tanto pomposas pero llenas de verdad, abordando el tema de la sexualidad en la edad adulta con el personaje de una mujer maltratada a la que da voz, decisión y acción sin necesidad de tener que ajustarse a los movimientos en boga, y en contra del convencionalismo tanto del cine nacional como de nuestra sociedad.

Una película cruda y rugosa, con múltiples capas, incómoda pero certera en el retrato de sus personajes, a contracorriente de lo que “debe ser”, con mucha incorrección pero con mucho corazón, y virtuosa en su ejecución, Una joya.

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Un compendio directo, clarificador e impulsivo de lo que es la sumisión al opresor, de una relación tóxica explicada al detalle tanto por las personalidades de los implicados como por la dependencia social que la mantiene viva a pesar de las circunstancias. Estéticamente bellísima, con un juego de luces y sombras maravilloso, busca el juego de los opuestos, sin ningún tiempo al color narrativo ni en el guion. Sus personajes se comen la pantalla en todo su complejidad. Sin miramientos en la trama, nos suelta una retahíla de escenas sin censura ni compasión para extender la idea de causas y efectos de una relación llevada al extremo pero sin caer en el simplismo argumentativo. Ripstein nos enseña cómo de enferma puede ser una relación que puede nacer del amor pero que se retroalimenta para emponzoñar cada instante con rencor y odio dependiente. Una alegoría de la necesidad mutua en connivencia con todos los factores externos. Mezcla de ceguera sentimental y personalidades desprovistas de matices interiores capaces de enarbolar la lucha por el quererse a uno mismo...

Película a concurso en el Festival de Málaga de este año donde pudimos verla y en el cual consiguió el premio al mejor director. El film tubo mucha controversia, muchos optaron por irse, o dormir una siesta por la lentitud y el exceso de metraje y a otros les encanto. Tengo que decir que el tema que trata es muy inusual y a la vez muy interesante que es la pasión sexual y los celos en la vejez, algo que se ha mostrado poco en el cine y que puede resultar algo incómodo, ya que hay escenas bastante explícitas en el film.

Una pareja de ancianos viven en un lúgubre piso en Mexico, el viejo (no tiene nombre en la película) es un pobre infeliz que se dedica a insultar continuamente a su esposa Beatriz, una mujer que tuvo un pasado sexual muy intenso y que un día por error decidió contárselo todo. Esto le produjo al viejo una carga de celos insoportable, pero a la vez un lujurioso deseo sobre ella.

Arturo Ripstein dirige en blanco y negro este guion de su esposa Paz Alicia Garciadiego con unos diálogos densos, crueles y al a vez con cierto toque de humor negro. Pero su excesiva lentitud hacen que la película, aparte de su incomodidad se haga muy tediosa. Un ritmo más rápido hubiera sido algo más deseable, aun así se agradece que pueda realizarse un film tan valiente como este.

Sylvia Pasquel y Alejandro Suarez interpretan fenomenalmente a esta pareja de ancianos, papeles atrevidos y dificilísimos, mostrándonos un deterioro de sus cuerpos muy evidente, a eso hay que sumarle que el viejo tiene una amante más joven para embarullar más la historia.

Pero conociendo la filmografía de Arturo Ripstein no podemos llevarnos las manos a la cabeza, títulos como «la virgen de la lujuria»,»El coronel no tiene quien le escriba», «Asi es la vida»,»profundo carmesí» o «La perdición de los hombres» con la que gano la concha de oro en el Festival de San Sebastián avalan a este director mexicano querido y odiado a partes iguales.
Destino Arrakis.com

La historia de un matrimonio gastado por los años, los celos, las manías y el des/amor. Tristemente la reseña de la película es más interesante que la misma, y el desenlace que describe es su final.

Hace un correcto uso del blanco y negro alegando a la melancolía de dos ancianos quiénes los une la monotonía y los estragos del amor. No está demás decir que es más lenta de lo que uno espera y hay escenas y diálogos que poco aportan a la trama. Aún así pienso que es bueno darle una oportunidad, pues bien otro puede analizar que esa lentitud aporta a comprometerse con los personajes en sus rutinarias y desgastadas vidas.

Lo que más se rescata, personalmente creo es la actuación de Silvia Pasquel y su final que te saca un poco de onda pero te da un enfoque diferente al que se maneja a lo largo del metraje.