Últimamente estoy en racha. Me ha sorprendido esta película de producción húngara de la que nada sabía (Lili Horvát, 2020), aparte de los premios obtenidos en Valladolid. La verdad es que resulta muy interesante y enigmática la historia escrita y dirigida por esta cineasta. Poco puedo contar de ella más allá de las reiteradas sinopsis. Y el título lo dice todo, ¿verdad? En húngaro aún queda más claro. Bromas aparte; por poco que lo hiciera desvelaría parte de la trama y tampoco es eso. Lo que sí puedo decir es que la guionista y directora logra crear un suspense que engancha. La protagonista absoluta, la actriz Natasa Stork, Márta, premiada en Valladolid -excelente trabajo-, es neurocirujana, y no tiene esa profesión porque sí, pues el misterio que encierra en su cerebro lo traslada muy hábilmente la creadora al espectador. Sus dudas son las nuestras: ¿fantasía, realidad, intuición, imaginación, distorsión...? Con todos estos elementos juega Horvát, y te va dando pistas, bastantes, para que puedas construir una veraz vivencia de la experiencia de Márta. Sus miradas son discursos en este jeroglífico de los Preparativos. Me ha gustado mucho la puesta en escena, en la que, o bien esconde y encierra a Márta con unos planos ad hoc, o bien nos deslumbra con su presencia a base de primerísimos planos que intentan, yo creo, llegar hasta su cerebro para mostrar lo que esconde. El tratamiento del color me ha gustado mucho a nivel estético; no lo he analizado a nivel narrativo. Es interesante y atractivo el film, pienso que vale la pena.

Y nada más, en capilla ya para recibir mañana a 007. Por fin.

Con cada plano cuidadosamente estudiado, de un clasicismo riguroso y sin artificio alguno, y un sonido tratado con el mismo esmero que la imagen, el cineasta construye el film para transmitirnos retazos de auténtica vida en cada fotograma. Partiendo de "Fuente Álamo, la caricia del tiempo", el primer largometraje del autor, este nos va explicando en primera persona, mediante intertítulos, las escenas que se suceden a continuación, con alguna ligera reflexión introductoria que, como debe ser, comprendemos con el inmediato visionado para olvidarnos de las palabras, escritas sencillamente pero con mucho acierto no obstante. Viajamos con Pablo García a su memoria y su presente, viaje que tiene como destino la vida misma entrelazada con su cine; la suya y la de otros personajes alejados de Fuente Álamo, cineastas todos ellos. Cuenta con Luis Miñarro principalmente, que inicia una nueva andadura tras el cierre de su productora, y también con Pedro Costa y Apichatpong Weerasethakul. Durante la película, el director acude a insertos de trabajos suyos filmados en super 8, y también a secuencias de algunos de sus largometrajes y cortometrajes, montados en el momento adecuado para dar fluidez a la historia, evocando el pasado para mejor comprensión del presente, y dar además continuidad a ambos tiempos. También lo hace con películas de los tres cineastas que he citado anteriormente, así como con films de Manoel de Oliveira y Naomi Kawase -a esta última a modo de homenaje-. Es esta una película de punto y seguido, para reanudar la escritura a traves de folios de camino incierto, que mostrará este todoterreno del cine en sus nuevas obras. Para mí ha sido un placer ver esa mirada tan sencilla pero imponente, y esa sobria sensibilidad que tiene Pablo García para retratar su "Camino Incierto", y dejarme llevar. Y, por supuesto, también me gustará viajar a su futuro.

Feliz año cinematográfico antes que nada. No suelo hablar de películas que no me gustan o que, habiéndome gustado, reconozco que su calidad es más bien pobre. Esto que digo en el último inciso ocurre, y también a viceversa; y pienso que así debería ser y reconocer en esa sinceridad subjetiva que todos tenemos. Claro que hay mucho elitismo y prejuicios no reconocidos, y no siempre ocurre así. Escribo estas líneas porque hay ejemplos que sobrepasan en exceso la norma, la sorpresa y la indignación. Y la película cuyo cartel he colgado más abajo es el paradigma en esta cuestión. Lo menciono a propósito de haber visto algunas listas del mejor cine del año -esta no se había estrenado en España hasta ahora en unas pocas salas- en las que "Under the skin" está incluida con todos los honores, y ya como un clásico, en el libro de oro de las mejores películas del cine británico de la historia. Todavía estoy anonadado, atolondrado, boquiabierto, noqueado, y en el séptimo cielo tras haber besado la lona con el colosal directo que alcanzó mi mandíbula cinéfila al descubrir el acontecimiento. Sé a ciencia cierta y con conocimiento de causa lo difícil que resulta hacer una película, y si es buena ya ni te cuento, y por ese respeto que me merece el oficio, y la dificultad del arte de hacer cine, no me cebo en la crítica negativa. Aclaro que, obviamente, yo no soy crítico, ni de hecho ni de derecho, solo un simple espectador que a veces da su opinión del cine que me gusta y del que aprecio como bueno, sensaciones que, como he dicho, a veces no coinciden. Lo que sí sé es que no soy tonto ni complaciente. Bien. Dicho esto, con todos mis respetos para quien la ha vivido, participado en la filmación, producción, etc., esta película es un auténtico bodrio. Y quizá sería una más, de esas que ni caso y se las lleva el olvido, si no fuera porque algunas mentes escogidas por los dioses han tenido la capacidad de llegar a rendirse y reconocer la obra maestra que resulta ser eso, y lo han argumentado con una filosofía existencial que no está en el film, solo en sus cabezas. Bueno, pues para ellos, y que con pan se la coman. ¡Por favor, hasta aquí podríamos llegar!

Al menos lo intentó, no con mucho acierto, en unos años muy casposos. Pero discurrió; y la película compagina así momentos y secuencias magníficas con otras para olvidar. Con todo, allí estaba la fotogenia de Sonia Bruno para salvar lo que hiciera falta, que es lo que más quiero subrayar aquí. Adónde habría llegado esta actriz si no hubiera dejado el cine. El bueno de Pirri nos hizo algún destrozo que otro en el Nou Camp, y uno muy grande en las pantallas, aunque la decisión de abandonarnos fue de ella. Pobre Madrid, que siempre tiene la culpa de todo. Manolo Summers, otro todoterreno.

Por fin conseguí verla. Una buena película que cuenta con una Diane Kruger omnipresente, brillante en su interpretación y bellísima como siempre. No conocía a este director, muy reconocido al parecer, Fatih Akin, alemán de origen turco, al que le seguiré la pista en lo sucesivo, y trataré de ponerme al día con su filmografía anterior. El encanto y la magnífica interpretación de Diane Kruger te seducen de principio a fin, y la película, que cuenta una historia tópica, está muy bien tratada, arrastrada pienso por el magnífico trabajo de la actriz y el acierto del director en dejarse llevar por ella al narrar la historia, la cual genera mucho interés a medida que avanza.