Como otras obras que retratan la iniciación a la edad adulta (se me ocurre "El guardian en el centeno" de Salinger o "Los cuatrocientos golpes" de Truffaut), esta pelicula pone sobre el tapete, haciendo gala de una sensibilidad exquisita y poética, algunas de las grandes cuestiones que nos asaltan en la adolescencia: los tormentos del amor, la soledad, las dudas ante el futuro, la busqueda de la propia identidad, la muerte... Y todo ello con la exótica riqueza multicolor de la India como fondo, y esa filosofía cíclica subyacente, tan hindú -metáfora de la vida-, simbolizada por las aguas del rio, siempre cambiantes y a la vez siempre iguales.
El único "pero" que le podría poner es en la parte visual: ese technicolor primitivo peca esta vez no de chillón, como suele ser habitual en las películas antiguas, sino de excesivamente desvaído, plano, y con una desagradable tonalidad amarillento-verdosa, no sé hasta qué punto imputable al deterioro causado por el paso de los años. En mi opinión la película habría mejorado si se hubiese fotografiado con el maravilloso blanco y negro disponible en la época. Pero, en fin, nos queda imaginar cómo hubiese quedado la película fotografiada por Gordon Willis, Storaro, o cualquiera de los grandes operadores que se han beneficiado de la calidad fotográfica y tecnológica alcanzada en las últimas décadas (pongamos desde principios de la década de los setenta del siglo XX, cuando Gordon Willis fotografió "El Padrino").