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Voto de lauramerrick:
7
Drama Leningrado, 1945. La Segunda Guerra Mundial ha devastado la ciudad y derruido sus edificios, dejando a sus ciudadanos en la miseria tanto a nivel físico como psíquico. El asedio, uno de los peores de la Historia, ha terminado, pero la vida y la muerte continúan combatiendo en el desastre que la guerra deja tras de sí. Dos mujeres jóvenes, Iya y Masha, tratan de encontrar un sentido a sus vidas para reunir fuerzas de cara a reconstruir la ciudad. (FILMAFFINITY) [+]
1 de enero de 2020
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de causar sensación con su primera película, Kantemir Balagov regresa con otro drama protagonizado por mujeres, esta vez ubicado en el Leningrado de 1945.
Al igual que en “Hasta siempre, hijo mío” (2019), es la muerte de un niño la que desencadena los acontecimientos de “Una gran mujer”, si bien de una forma totalmente distinta, ya que Balagov no está interesado en explorar la culpa ni el duelo de las protagonistas, Iya y Masha, sino las grietas que la Segunda Guerra Mundial ha dejado en ellas.

Ambas se conocieron en el frente durante la contienda, pero cuando Iya es herida, se traslada a la ciudad de Leningrado, donde acaba trabajando de enfermera en un hospital. Más tarde, Masha da a luz a un niño y lo deja al cuidado de su amiga para que esté más seguro. Sin embargo, cuando vuelve a buscarlo con la guerra casi acabada, descubre que el niño ha muerto y decide quedarse con su amiga.

A nivel técnico, la película se compone de planos bellísimos y cuidados hasta el detalle. Las escenas interiores parecen cuadros de Hopper y Vermeer (a destacar los planos dentro de la habitación de Iya y del hospital), la iluminación es íntima y vibrante, y la cámara se mueve con delicadeza mostrándonos la luz y la oscuridad de los personajes (maravillosos los planos que nos enseñan esos pequeños momentos de felicidad, como el de Iya y el niño a través del cristal empañado del tranvía o el de Masha bailando con su vestido nuevo). La dirección artística también es sublime: hasta el papel del cuarto parece un personaje más, rasgado, roto; una presencia constante de la miseria que estas dos mujeres viven. Y mención aparte merece la paleta de colores del film, que combina a la perfección el amarillo, el rojo y el verde, estos dos últimos reservados para las protagonistas según las pulsiones vitales que las mueven: la pasión o el interés y la supervivencia.

Sin embargo, es aquí donde radica la principal disonancia del film: imágenes sublimes para contar una historia oscura, gélida, que trascurre en un mundo devastado, en el que la defunción de un niño se ve como algo normal y ya no se llora a los muertos. Es incuestionable que Balagov pretendía crear esa distancia entre el qué y el cómo, pero el resultado final no converge de forma natural, no hay un diálogo entre ambos; cada uno sigue un curso, los dos interesantes, sí, pero en ningún momento convergen.

Y es una pena. Porque Balagov logra crear una película con una estética espectacular, mientras explora los límites del amor y de la amistad entre estas dos mujeres que solo intentan sobrevivir al infierno de la guerra e intentar dejarlo atrás con la única arma que disponen: su cuerpo. Una en lo sexual, la otra como vehículo para ser madre. Parece que, a sus ojos, solo podrán reencontrarse con la bondad y belleza del mundo si crean un ser nuevo, puro, inocente. De sus grietas no podrán deshacerse nunca.

Como la sensación que tiene el espectador al acabar el film de que algo, por bello e intenso que sea, no ha terminado de encajar.
lauramerrick
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