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Beanpole

Drama Leningrado, 1945. La Segunda Guerra Mundial ha devastado la ciudad y derruido sus edificios, dejando a sus ciudadanos en la miseria tanto a nivel físico como psíquico. El asedio, uno de los peores de la Historia, ha terminado, pero la vida y la muerte continúan combatiendo en el desastre que la guerra deja tras de sí. Dos mujeres jóvenes, Iya y Masha, tratan de encontrar un sentido a sus vidas para reunir fuerzas de cara a reconstruir la ciudad. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 21
Críticas ordenadas por utilidad
20 de diciembre de 2019
28 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras su prometedor debut con "Demasiado cerca", vuelve Kantemir Balagov con una película que de entrada cuenta con el plus de no haber gustado a nuestro admirado Carlos Boyero, hecho que como sabéis suele ser garantía de calidad. Aunque en esta ocasión se ve que la falta de calefacción en la sala influyó en su ánimo ya de por sí sombrío. Afortunadamente he podido disfrutar la película en circunstancias medioambientales aptas para el consumo cinéfilo.

La película es como "Los mejores años de nuestra vida" pero en Leningrado y en femenino. Porque las mujeres también van a la guerra. Heridas físicas y psicológicas hacen que la guerra aunque acabada mantenga su ponzoñosa influencia e impregne con su pútrido olor a muerte todos los rincones de la ciudad. Crear vida en estas condiciones se convierte en misión heroica y ser compasivo en un crimen.

Visualmente es muy pictórica y dominada por los colores rojo y verde. Se componen cuadros muy bellos pero a decir verdad no tengo ni idea de cómo interpretar este paso a dos que danzan el rojo y el verde durante toda la película. Si alguien lo sabe me lo explique por favor.

El dúo de actrices principales es magnífico, en especial Vasilisa Perelygina, mientras Viktoria Miroshnichenko impone con su presencia física. Que por cierto de ahí viene el título original "Dylda", que aunque suene a otra cosa en español se traduce como "Larguirucha" y así lo han traducido en inglés ("Beanpole"). Pero claro, en España la tenían que cagar y le han puesto el patético título "Una gran mujer". Seguramente por los mismos creadores de "Una mujer herida". En fin... Y hablando de actores, destacar que el que hace de zangolotino es el verdadero eslabón perdido entre Dobby y Vladimir Putin, no os lo perdáis.

La película no tendrá éxito porque es bastante lenta, de hecho en alguna escena nocturna no he sabido descifrar si los ronquidos que sonaban procedían de los altavoces o de algún espectador. Pero quien tenga paciencia y sea ávido de dramas psicológicos podrá disfrutar de una gran película.

Gustará a: hematofílicos, viejos verdes, Ramón Sampedro
No gustará a: francotiradores, perros, parejas en tratamiento de fertilidad
eristuff
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18 de octubre de 2019
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dura película rusa, que narra una historia de superación tras el trauma del cruel asedio de la ciudad de Leningrado durante la II Guerra Mundial por parte de las tropas alemanas.
Dos mujeres, amigas entre sí, luchan por encontrar un lugar en el mundo tras su dramática existencia durante varios años en los cuales la soledad, penurias de tipo físico y mental, la muerte, el hambre y la desesperación, fueron moneda corriente.
Ahora, una vez finalizada la contienda deben reconstruirse a sí mismas mientras con la ayuda de sus conciudadanos reconstruyen poco a poco la gran ciudad.
Un film intenso, que requiere la máxima atención del espectador, pues es exigente en diversos tramos y siempre planea el dolor y la desgracia mediante un muy logrado clímax gracias a una excelente ambientación y las estupendas interpretaciones de las dos actrices.
Seres humanos traumatizados, que desean vivir al máximo, ser lo más felices posibles, pero envueltos en un halo perturbador, sombrío, que no se lo pone fácil.
En mi opinión, buena película, pero, repito, nada fácil de ver debido a la intensidad del relato, nada complaciente y bastante triste en el fondo. Pero la esperanza otea en el horizonte pues por mucho sufrimiento pasado es preciso seguir viviendo.

https://filmsencajatonta.blogspot.com
Constancio
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12 de diciembre de 2019
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kantemir Balagov filmó en 2007 su ópera prima ‘Demasiado cerca’, cinta que versaba sobre la violencia en lugares lejanos, alejados del foco y atención mediáticos (República de Kabardia-Balkaria). Y se le consideró una joven promesa del cine europeo. Con su segundo trabajo ‘Una gran mujer’, adquiere el estatus de realidad. Si en su primera obra obtuvo el premio FIPRESCI, en la segunda se alzó con la mejor dirección dentro de la sección ‘Una Cierta Mirada’, ya saben que Cannes siempre mima y cuida a sus hijos.

La acción nos sitúa en el otoño de 1945, en la ciudad de Leningrado. Habiendo sufrido durante la guerra uno de los asedios más despiadados de la historia, 900 días estuvieron sus habitantes falleciendo de inanición y frío, la reconstrucción de la que en su día fuera capital cultural de la Rusia Zarista parece tarea titánica. Otra cosa es la vuelta a la normalidad de muchos de sus habitantes. Esas gentes que habiendo padecido el horror de las privaciones, la violencia y la muerte, deambulan por sus calles como almas errabundas.

Dylda (Viktoria Miroshnichenko) trabaja como enfermera en un hospital para veteranos de guerra. Las secuelas del conflicto dejan en esta joven un extraño trastorno por el cuál se queda inmóvil, hierática, ”helada” dicen sus compañeros, incapaz de reaccionar a estímulos externos. Jugando con su hijo de corta edad en el suelo, sufre un ataque que termina con ella sobre el pequeño, que muere aplastado. Es una escena brutal, desgarradora. La ternura abre paso a la tragedia sin solución de continuidad. La incomodidad que genera no es más que el prolegómeno de una sensación que irá in crescendo a lo largo del metraje.

Cuando Masha (Vasilisa Perelygina), una amiga de los tiempos en que lucharon en el frente regrese a la ciudad, se articula una relación entre dos mujeres rotas por dentro, dónde la obsesión por la maternidad es el reflejo de un trastorno profundo.

‘Una gran mujer’ tiene una fotografía esplendorosa, aflorando imágenes cálidas, en contraste con la ruina material, también moral, en que se desenvuelven los personajes. Balagov ha escogido a actores de marcados rasgos, de fisonomía pronunciada. Con gestualidad extraña, sus movimientos e interacciones reflejan la anomalía que les asola. Logra una puesta en escena casi teatral, hipnótica en muchos de sus encuadres.

Estamos frente a una película compleja, de gran belleza formal, a la vez que perturbadora en el fondo. De revisión obligada, los matices y los subtextos martillean una idea subyacente: la guerra no termina con el último disparo, para muchos continua de manera indeleble, probablemente hasta el fin.
Juan Pablo
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15 de diciembre de 2019
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
*¿La guerra ha terminado?

Una gran mujer (Beanpole) se sitúa en un contexto de postguerra, una ciudad de Leningrado que vive el primer otoño libre de la Segunda Guerra Mundial. En este planteamiento, es evidente que la cinta muestra un panorama con heridas abiertas, físicas y psicológicas, pero especialmente sociales, ya que Kantemir Balagov estudia esa hostilidad y atropello con el prójimo en las interacciones que mantienen estos fantasmas del conflicto.

A nuestras protagonistas las conocemos en un hospital destinado al tratamiento de veteranos mutilados, locación que lejos de ser azarosa, contribuye para intensificar la idea de que ha llegado la conclusión de las acciones heroicas en tiempos de guerra, convertidas ahora en miseria y decadencia. La película es un retrato cruel del nuevo tiempo donde la guerra está ausente, pero su reminiscencia se mantiene, unos vestigios capaces de sofocar el presente de aquellos que participaron del conflicto.

Kantemir Balagov crea una obra cinematográfica esculpida sobre los miedos e incertidumbres de la sociedad. Desde la primera secuencia, a través de Iya y su simbólica parálisis, Una gran mujer (Beanpole) se encarga de mostrarle a la audiencia el tiempo y las circunstancias que sumen a Leningrado en un titubeante renacer.

*Ansiosos por renacer

Una gran mujer (Beanpole) esboza el concepto de maternidad, pero no sólo desde la mujer posterior al conflicto bélico, sino que desde la veteranía femenina como punto de partida para adoptar la figura de madre. En otras palabras, la cinta se interesa por la figura de la combatiente ahora convertida a progenitora y la convergencia de estas dos facetas en un término de realidad abstracta.

En el desarrollo del metraje, es interesante cómo el deseo de concebir y cuidar una nueva vida se convierte en una persecución egoísta, un fin a conseguir sin importar los medios que lleven a él. Y este puede ser el punto principal en Una gran mujer (Beanpole), la desesperación de un nuevo amanecer para una sociedad sumida en la sombra roja del dolor y la muerte, pero que logra atisbar algo de vitalidad, un verde que logra existir y hacerse notar, pero no se adueña del panorama.

*De la Artillería a la Infancia

La relación de las dos mujeres es definida, por una de ellas, como “Amigas de artillería anti-aérea”, y aquí hay una ambigüedad muy interesante porque se une un término propio de lo humano como lo es la amistad, pero se le ubica en un contexto de hostilidad y muerte.

Una gran mujer (Beanpole) es una película temeraria en muchos aspectos e indagadora en otros, por ejemplo, cuando se habla del frente de guerra, no se limita a mencionar el término, sino que le otorga un aspecto coercitivo y restrictivo con respecto al desarrollo de las personas que combaten en este espacio. La supervivencia, las armas y las muertes reprimen el progreso y la exposición de la personalidad.

Mientras que Iya está paralizada en el tiempo de la guerra, Masha aprovecha la nueva incertidumbre de la transición para repasar las páginas de una infancia no vivida. La joven empieza a experimentar de una forma extraña actividades como corretear, pintar paredes y coquetear, pero el principal resonante de esta infancia tardía viene a Masha en forma de indumentaria, más específicamente: un vestido verde.

*Una compleja mirada a las emociones

Una gran mujer (Beanpole) es una enrevesada mirada a las emociones y al trauma, el largometraje no busca simplificar cuestiones puntuales o caer en lugares comunes para brindar una experiencia sencilla al espectador, Kantemir Balagov apunta a todo lo contrario, complejizar el asunto y brindar un visionado cargado de perturbadoras imágenes y comportamientos.

Es una mirada brutal a unas relaciones de poder y manipulación en la inestabilidad económica de la postguerra, pero también se pone el enfoque en aspectos más positivos dentro de las interacciones humanas, evidencia de comprensión, empatía y apoyo. Una película fascinante a nivel emocional, porque acaricia y castiga al ser humano sin esbozar juicios, simplemente exhibiéndole ante el espectador en toda su naturaleza.

*Conclusión

Una gran mujer (Beanpole) es una película atrevida y retadora, cuyo eje son las emociones de dos mujeres afectadas por la guerra mientras el fantasma del conflicto sigue cohibiendo una sociedad que no sabe cuál es el rumbo a seguir. Balagov crea una experiencia cinematográfica única y de carácter indagatorio, ya que siempre busca seguir desdibujando lo que se presume como irrefutable de las emociones humanas, las hace laberintos indescifrables a través de una cruda poesía que alimenta un sentimiento irremediable de dolor en el espectador.

Escrito por Andrés Tejada
Cinemagavia
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1 de enero de 2020
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de causar sensación con su primera película, Kantemir Balagov regresa con otro drama protagonizado por mujeres, esta vez ubicado en el Leningrado de 1945.
Al igual que en “Hasta siempre, hijo mío” (2019), es la muerte de un niño la que desencadena los acontecimientos de “Una gran mujer”, si bien de una forma totalmente distinta, ya que Balagov no está interesado en explorar la culpa ni el duelo de las protagonistas, Iya y Masha, sino las grietas que la Segunda Guerra Mundial ha dejado en ellas.

Ambas se conocieron en el frente durante la contienda, pero cuando Iya es herida, se traslada a la ciudad de Leningrado, donde acaba trabajando de enfermera en un hospital. Más tarde, Masha da a luz a un niño y lo deja al cuidado de su amiga para que esté más seguro. Sin embargo, cuando vuelve a buscarlo con la guerra casi acabada, descubre que el niño ha muerto y decide quedarse con su amiga.

A nivel técnico, la película se compone de planos bellísimos y cuidados hasta el detalle. Las escenas interiores parecen cuadros de Hopper y Vermeer (a destacar los planos dentro de la habitación de Iya y del hospital), la iluminación es íntima y vibrante, y la cámara se mueve con delicadeza mostrándonos la luz y la oscuridad de los personajes (maravillosos los planos que nos enseñan esos pequeños momentos de felicidad, como el de Iya y el niño a través del cristal empañado del tranvía o el de Masha bailando con su vestido nuevo). La dirección artística también es sublime: hasta el papel del cuarto parece un personaje más, rasgado, roto; una presencia constante de la miseria que estas dos mujeres viven. Y mención aparte merece la paleta de colores del film, que combina a la perfección el amarillo, el rojo y el verde, estos dos últimos reservados para las protagonistas según las pulsiones vitales que las mueven: la pasión o el interés y la supervivencia.

Sin embargo, es aquí donde radica la principal disonancia del film: imágenes sublimes para contar una historia oscura, gélida, que trascurre en un mundo devastado, en el que la defunción de un niño se ve como algo normal y ya no se llora a los muertos. Es incuestionable que Balagov pretendía crear esa distancia entre el qué y el cómo, pero el resultado final no converge de forma natural, no hay un diálogo entre ambos; cada uno sigue un curso, los dos interesantes, sí, pero en ningún momento convergen.

Y es una pena. Porque Balagov logra crear una película con una estética espectacular, mientras explora los límites del amor y de la amistad entre estas dos mujeres que solo intentan sobrevivir al infierno de la guerra e intentar dejarlo atrás con la única arma que disponen: su cuerpo. Una en lo sexual, la otra como vehículo para ser madre. Parece que, a sus ojos, solo podrán reencontrarse con la bondad y belleza del mundo si crean un ser nuevo, puro, inocente. De sus grietas no podrán deshacerse nunca.

Como la sensación que tiene el espectador al acabar el film de que algo, por bello e intenso que sea, no ha terminado de encajar.
lauramerrick
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