La verdad es que el título no le hace honor a las aptitudes de los protagonistas, que son cualquier cosa menos malos. Más bien realmente son un buen marido, un buen hijo o un buen novio, y en el fondo son tres amigos que se reúnen para pasarlo bien en Navidad porque son, ante todo, buenos amigos.

Sobre esta premisa se construye una película ambientada en la época navideña buscando el santo grial de los fiesteros: la fiesta perfecta. Bebiendo de muchas fuentes bastante diferentes entre sí, la película se propone hacer pasar un buen rato sin más pretensión, algo que le agradecemos. Su guión es políticamente correcto a pesar de coquetear con las drogas como algo tolerable (tampoco es que sean adictos, claro) y que dan lugar a la mayor parte de enredos. Sin lugar a la crítica, “Los tres reyes malos” intenta narrar esa noche loca en la que ir allá donde te lleve la acción como lo haría cualquier entrega de “Resacon” mientras se fija en los clásicos navideños para encontrar ese ángel redentor que necesita redimirse. La mezcla resulta ecléctica, pero tiene gracia.

El reparto es muy protagonista y sostiene la historia con sus interpretaciones, nada fuera de los normal. Que todo funcione depende en gran medida de ellos. Los tres son muy conocidos y tienen bastante experiencia, aunque solamente comprobada en la figura de un Rogen que se desenvuelve muy bien. Gordon-Levitt tiene un registro más dramático y se le nota algo frío y Mackie debe aprender a desenvolverse con soltura en estas locuras. A ellos se les unen en menor medida Kaplan, que sirve para sostener la historia romántica, y Shannon, personaje enigmático e importante al final.

Sin pretensiones innecesarias ni demasiadas complicaciones, la película mantiene un ritmo ágil y ameno que se diferencia de otras del género en las que todo resulta algo más empalagoso, y lo hace construyendo secuencias entretenidas durante toda la noche.