Por dónde empezar? El uso de animación tradicional sin miedo al mínimo detalle; la infinidad de personajes aparentemente surrealistas pero con un mensaje intrínseco paradójicamente realista e incluso cotidiano; la creación de un mundo imaginario tan lejano, pero a la vez tan próximo al nuestro; el uso de la metáfora en todo su esplendor que permite disfrutar a los más pequeños, y reflexionar a los mayores; dos protagonistas inspiradores que ensalzan el tortuoso camino de econtrarse a uno mismo; y como no podía ser de otra manera, una banda sonora simplemente exquisita, como nos tiene acostumbrados Joe Hisashi.

El amor por esta película dependerá de cada uno; de la capacidad de percatarse del enorme significado que yace tras cada detalle visual, argumental, musical, y en definitiva, global. Hayao Miyazaki logra plantar una semilla de la mejor calidad posible; cómo crecerá la planta a lo largo de la película dependerá de uno mismo. E ahí la belleza de la película. Si Miyazaki te invita a co-crear, debes estar al nivel.