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España España · malaga
Voto de alvaro:
6
Comedia. Drama Nancy Stokes, una maestra de escuela jubilada, anhela algo de aventura y sexo. Buen sexo. Su difunto marido Robert le proporcionaba un hogar, una familia y algo parecido a una vida, pero nunca tuvo buen sexo de él. Ahora que hace tiempo que Robert falleció, Nancy pone en marcha su plan y contrata a un joven gigoló que responde al exótico nombre de “Leo Grande”. En una habitación de hotel anónima, Nancy recibe a Leo. Su aspecto es tan ... [+]
24 de diciembre de 2023
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A la generación boomer, tan risueña ella, se le ocurrió acuñar aquello de “los 60 son los nuevos 40” y enarbolados con tal proclama se implicaron en los deportes de alto riesgo, en la maternidad quincuagenaria y otras prácticas inexistentes, como el sexo tántrico o el mindfulness, y, entre otros excesos, jubilarse anticipadamente. Ambiciosos e ilusos, desdeñaron que la programación genético-madurativa, inexorable, cumple sus plazos implacables más allá de la actitud. La contradictoria “Buena suerte…” da cuenta de ello.

“Buena suerte…” es una sesión de teatro lolaherreriana sobre las lagunas anímicas y, por lo que se ve, somáticas de una generación que, en realidad, nunca fue víctima -ni tampoco victimaria- de nada, pero a la que la leyenda o memoria reconstruida precisaba abnegar para poder cuadrar sus círculos.

Y ahí tenemos a Nancy, (a la vejez, viruelas) sexagenaria intacta de emociones, dispuesta a experimentar las sensaciones que le fueron inéditas cuando tocaba. Como si la señorita Kenton (“Lo que queda del día”), harta de miramientos, se hubiese desmelenado 30 años después.

El proyecto es improbable porque lo que la juventud no otorga la vejez no reclama y porque el plan de Nancy mata moscas a cañonazos: sus confesadas inexperiencia, ignorancia y vergüenza recurren a un triple salto mortal con tirabuzón en la piscina de la sexualidad. Nada de romance otoñal, nada de almas gemelas, nada de first dates ni monsergas….¡Apolos de carnes prietas y miembros túrgidos!

Y ésta que es la baza del argumento empaña la credibilidad del asunto y su desarrollo. Porque la búsqueda, y también la recuperación, del tiempo perdido no resulta elegante ni mucho menos catártica a golpe de billetera. Lo que no se tuvo no se retuvo.

Tampoco ayuda la enésima edulcoración (cinematográfica) del mundo prostibulario encarnado en apolíneos oradores que antes de regocijarnos carnalmente nos exorcizan las neuras con su brillante elocuencia. No es lo natural ni lo normal y, en este sentido, la película -aunque bien trabada- incurre en un abuso de exposiciones y divagaciones existenciales y existencialistas algo chirriantes, por impostadas, con el verdadero motivo del encuentro: la refocilación.

Quizá la, en principio, cuestionable aparición de la camarera -al final de la cinta- aporta, sin embargo, la única revelación (o sugerencia) al contexto. La semblanza que la sirvienta hace de su antigua profesora insinúa que los regomeyos de Nancy responderían antes a una represión personal que generacional. Cuántas veces las atribuciones a nuestras angustias, la explicación a nuestro miedo, la clave de nuestros errores están en nosotros aunque resulte acomodaticiamente más liviano desplazarlas al entorno para así aliviar nuestra responsabilidad.

El final feliz, el final amargo, el final dudoso dejan las cosas en la insinuación de lo que pudo ser y no fue porque la rotunda escena última es el corolario contundente -al menos para mí- de que la vejez es fea.

Digamos en su favor que el confinamiento escénico de hora y media, con sus consiguientes limitaciones expresivas, no se hace en exceso largo.
alvaro
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