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Voto de Vivoleyendo:
10
8,0
12.806
Documental. Drama Surcar los mares a 10 nudos cazando atunes, acompañar a los delfines en sus inverosímiles piruetas, nadar con el gran tiburón blanco, hombro, contra aleta... es como ser un pez más entre ellos. Después de la película "Le peuple migrateur", Jacques Perrin y Jacques Cluzaud nos transportan, gracias unas novísimas técnicas de rodaje, a lo más intrincado de los océanos para descubrir allí a unas criaturas marinas ignoradas y desconocidas. ... [+]
17 de agosto de 2010
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bajo el fulgor diamantino del líquido elemento que cubre un elevado porcentaje de la superficie del Tercer Planeta, el Planeta Azul, rebulle abundante ese misterio cuyo origen aún no ha sido desvelado: la vida.
El agua de los océanos está viva. Cada gota, cada cucharada es un cosmos en miniatura que contiene quizás casi tantos microorganismos como estrellas hay en una galaxia.
Desde los seres más diminutos e invisibles, hasta los colosos marinos, la cadena biológica de los mares es tan rica que apenas habrá algún centímetro cúbico inerte.
Especies de todo tipo, de todos los tamaños y formas, de todos los colores del arco iris, con toda clase de costumbres alimenticias, interactivas, reproductoras, defensivas y ofensivas. Una gama tal de variedades que las profundidades ingrávidas se abren a un escenario de maravillas sin fin. La tecnología humana se sumerge hasta los rincones más audaces para captar con reverencia el reino de Poseidón y Neptuno en su rara e hipnótica fascinación. Las cámaras siguen con total naturalidad, como si fuesen observadoras criaturas del agua, a ballenas y delfines, orcas y tiburones, focas y pingüinos, aves pescadoras, cangrejos, medusas, cardúmenes de peces, anémonas, plancton, tortugas, otros tipos de reptiles, estrellas de mar, calamares y cientos de especies extrañas, de caprichosas e inauditas formas. Unas gráciles, otras desgarbadas y poco elegantes, pero con el punto en común de una belleza que escapa a los parámetros, porque es la belleza de la supervivencia, del latido vital. Las acrobacias de los delfines desafiando a la gravedad ante el sol poniente cortan el aliento. La majestuosidad de las gigantescas ballenas impone un rendido respeto. El mito de los tiburones como terribles depredadores se desmonta con ese buceador nadando tranquilamente junto a un gran escualo que no hace gala del menor signo de agresividad.
El dolor de los océanos por sus especies amenazadas o extinguidas por culpa del hombre deja oír su lamento de sangre y ultrasonidos de agonía. La contaminación profana el límpido azul y arroja sus residuos pútridos, que alteran e intoxican a los confundidos animales.
Pero aún hay futuro para los océanos. Todavía no hemos llegado al límite sin retorno, y tal vez muy pronto sea ya tarde y los fondos marinos no sean más que recreaciones artificiales en acuarios. Pero estamos a tiempo. Como dice el narrador, nunca se había provocado tanto daño, pero tampoco se había hecho tanto por proteger. El destino del agua está en nuestras manos. Y el de la vida que depende de ella, que es toda. También la nuestra.
La vida seguirá abriéndose camino bajo el fulgor diamantino del líquido elemento.
Un despliegue alucinante de medios, imágenes que harían las delicias del mismo Cousteau, y una banda sonora de ensueño de Bruno Coulais.
Para rendir un tributo incondicional a ese milagro del mar, cuyos secretos nunca terminan de desvelarse.
Probablemente jamás podremos responder a la pregunta del niño.
Vivoleyendo
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