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Expreso de medianoche

Drama Billy Hayes (Brad Davis), un joven estadounidense, fue detenido en el aeropuerto de Estambul cuando se disponía a subir a un avión con varios paquetes de hachís. Acusado de uno de los delitos considerados más graves en Turquía, Billy es condenado a cuatro años de cárcel. En prisión sufrirá las atrocidades propias de un sistema penitenciario brutal e inhumano. (FILMAFFINITY)
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Críticas 123
Críticas ordenadas por utilidad
29 de agosto de 2011
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante drama penitenciario dirigido con pulso por Alan Parker. Es una película impactante y con un ritmo demoledor (muy cinematográfico).

El principio se muestra pausado, enseñando la causa de todo, pero nada tiene que ver con lo que nos reserva a continuación la película, desde ese momento el film despega a gran velocidad haciéndonos penetrar en una espiral de nervio y tensión, de lo mejorcito de este drama.

La película transpira crudeza y desasosiego, transmite esa sensación de agobio que cualquier persona podría sufrir en semejante situación, pero esta sensación se logra sobretodo gracias a la excelente y desgarradora actuación de Brad Davis. Una atmósfera oscura y desagradable rodea a unos enormes personajes que sustentan la trama, entre ellos está el drogadicto soñador encarnado por John Hurt, el enorme director de la penitenciaria o el padre del joven.

El film tiene suficiente fuerza para funcionar como denuncia, de hecho su impacto después del estreno fue tan importante que logró que el mundo, y EE.UU, se fijasen en este tipo de castigos. El problema es la distorsión de la realidad, y no solo el hecho mencionado por el mismísimo protagonista de lo ocurrido durante el final de su estancia sino que como película desaprovecha lo crudo de la base de la trama a cambio de añadir libertades cinematográficas que tergiversan, aunque eso sí hacen más entretenido un film con un relato extremo que poca acción tiene, pero mucha dureza. Es por ello por lo que la dirección aquí decae y deja paso al actor que se come la escena. Vemos y padecemos como vaga por los pasillos y como lucha por no desfallecer.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Verdebotella
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10 de diciembre de 2006
14 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película sobretodo efectiva. Tal vez sea tramposa, tal vez sea injusta... pero el que quiera otra versión que haga su película. Lo que es innegable es que el sistema penitenciario turco era y es uno de los más duros del mundo.Cientos de personas se han dejado morir de hambre en una huelga para cambiarlo y el estado no ha movido un dedo. De modo que tampoco hay que rasgarse las vestiduras por lo que en definitiva es una película (en ultima instancia un entretenimiento que es como Alan Parker entiende el cine).
¿Que el protagonista es racista? !Toma claro! tiene derecho a serlo, despues de todo la película esta basada en hechos reales y es subjetiva. No pretende en ningún momento ser palabra de Dios. Lo que ocurre como con otras tantas de Alan Parker que es tan condenademente buena, que nos hace sentir odio, ira, racismo, miedo y desesperación. Y claro, no nos gusta. No pretende ser ecuánime sino intensa y entretenida, y vaya si lo consigue... Te coje del cuello y no te suelta la terrible congoja que te hace sentir. Todas las escenas son de una fuerza increible.
Las interpretacíones son magnífcas todas. Me gusta particularmente la de John Hurt. La escena en la que se plantea el plan de fuga es muy divertida (Ver spoiler).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
MALEKITH
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15 de setiembre de 2011
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
271/26(21/08/11) Un clásico polémico de la década de los setenta, Alan Parker adaptó un guión de Oliver Stone basado en hechos reales para obsequiarnos con un intenso drama carcelario. Billy Hayes (Enorme Brad Davis) es un americano que está de vacaciones en Estambul en 1970, es detenido con dos kilos de hachís, y condenado a cuatro años y dos meses por tráfico y posesión de hachís, lo envían a una tétrica prisión turca donde la vida se le hace insoportable, allí sufrirá vejaciones de todo tipo, comenzando para él una odisea salvaje. La historia es una bajada al Averno, es un crudo retrato de lo peor de la condición humana, la puesta en escena es desgarradora, está imbuida del feísmo, el calor te cala, la sensación de asfixia psicológica te penetra. La interpretación de Brad Davis es impresionante, su evolución en prisión te toca la fibra sensible, desde su candidez inicial cuando es detenido, su primera noche en presidio, cuando se da cuenta el abismo donde está, conoce a algunos presos que serán sus amigos, conoce a los que serán sus enemigos, y de cómo poco apoco, frustración tras frustración lo irán trastornando mentalmente hasta convertirse en un animal de instintos primarios, donde la ira le hará explotar hasta ser un zombi esta caída Brad la emite de modo excelente. Y es que los actores rayan a una altura sublime, John Hurt está espléndido, algo que en él es lo normal, Randy Quaid lo hace de forma excelente, su rol de espíritu libre-optimista es sensacional, su dominio gestual es apabullante, es una fuerza arrolladora. La puesta en escena es magna, bebe del feísmo, es sucia, asquerosa, deprimente, ayudado por la gran fotografía de Michael Seresin, habitual del realizador, en tonos ocres apagados, realiza encuadres opresivos adornados por la singular banda sonora de Giorgio Moroder, ganadora del Oscar, en ritmos tecno que consigue transmitir las emociones del protagonista, esta música fue un hito en su momento. La cinta está sembrada de escenas impactantes de las que se te quedarán, de una fuerza dramática soberbia, como el comienzo con todo lo que sucede en el aeropuerto, el increscendo de tensión es sobresaliente, otra brillante es el escalofriante discurso de Billy Hayes en el segundo juicio (spoiler), conmovedor y doloroso, otra es la de la pelea con el soplón del lugar, estremecedora, es la viva imagen de la desesperación, o la de la visita de su novia y como le pide él que le enseñé los pechos, tremenda la sensación de claustrofobia psíquica, de cómo es difícil caer más bajo, donde la autoestima está ya desaparecida, o la del segmento en el pabellón psiquiátrico colosal metáfora del descenso al purgatorio, lo dicho, escenas que te dejaran poso. Es una historia que nos habla los errores que cometemos y de cómo esto nos puede marcar de por vida, de cómo somos prisioneros de nuestros actos, hay otro discurso pero este demasiado Oliver Stone, demasiado sibilino, lo de que los que tienen el poder abusan de él...(Continua en spoiler)
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TOM REGAN
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13 de junio de 2011
28 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas por las que apenas pasa el tiempo. Si mañana se restrenasen, por ejemplo, 'El resplandor' o 'Senderos de gloria' de Kubrick (en copias restauradas y de calidad, se entiende) pocos serían los que las verían anacrónicas. Con la saga de 'El padrino', 'Toro salvaje', y tantas obras maestras del 7º arte ocurriría lo mismo. En cambio otras, algunas de las cuales fueron incluso un éxito de crítica y/o de taquilla en su momento (porque fueron el resultado de 'modas pasajeras', o por haberse estrenado en el momento oportuno) como 'Cowboys de medianoche' o 'Blow Up' (por mencionar las primeras que me han venido a la cabeza) provocarían en el espectador actual (hasta en el más 'cualificado') una mezcla de aburrimiento y perplejidad. No hará falta que les diga en cuál de los dos grupos englobo a 'El expreso de medianoche'...

En su momento, la película de Parker fue un enorme éxito de taquilla, y no sólo ganó dos Oscars relevantes (el de mejor guión adaptado y el de la mejor banda sonora), sino que además cosechó múltiples nominaciones. Unos premios que, entrados en la segunda década del siglo XXI, se nos antojan difíciles de entender.

El casi siempre pasado de vueltas Oliver Stone, construyó un guión espeso y, sobre todo, profundamente efectista. Todo (hasta la verdadera biografía de Hayes) fue supeditado en aras de conseguir la mayor de las reacciones (y no necesariamente positivas...) en el espectador medio de finales de los 70. Y en ese sentido, podemos encontrar en el fime de Parker casi todos los ingredientes necesarios para provocar un gran escándalo (insisto, estamos a finales de los 70) con el que asegurarse una buena taquilla: una homosexualidad muy mal contada y penosamente filmada, una violencia y sexo gratuitos, drogadicción, locura, etc.

Pero no sólo podemos culpar al amigo de Fidel Castro de semejante efectismo sonrojante. Mi otrora adorado Alan Parker no realiza (ni mucho menos) uno de sus mejores trabajos. Y la multipremiada banda sonora de Moroder suena, salvo en algún momento puntual, caduca (llena de efectos electrónicos muy a la moda de entonces) y estridente. Ni siquiera la actuación de Brad Davis (salvo al final), parece nada del otro mundo.

A la película la salvan un maravilloso John Hurt, y su enorme valor testimonial, como una de las películas que más impacto causó en la década de los 70. Hoy en día sigue siendo incalculable el daño económico que este filme le provocó al estado turco. ¿Cuántos turistas dejaron de visitar la antigua Constantinopla por culpa del también amigo de Chávez? Ahhh, no creo que llegue a saberse nunca...

Creo que gran parte de la altísima valoración que aún hoy sigue conservado esta película se debe al impacto que causó en los que la vieron hace muchos, muchos años. Hagan la prueba y propongan su visionado a un espectador de no más de 25 años, verán qué pasa.
alefonca
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9 de enero de 2011
23 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Billy Hayes debió habérselo pensado un poquito mejor antes de intentar llevarse hachís de contrabando cuando iba a regresar desde Turquía a Estados Unidos. Seguramente se habría enterado de que el “chocolate” se podía comprar barato a cualquier camello lugareño, y no hizo otra cosa que agenciarse un par de kilos para montarse una juerga con sus amigos estadounidenses cuando estuviera de vuelta en casa. Creyó poder burlar a los agentes de la aduana. Y el inconsciente chaval se topó frente al muro de la justicia penal turca. Cometió una tontería por la que le echaría el guante un sistema deseoso de atrapar con las manos en la masa a cualquiera que llevara drogas encima, pues el freno al narcotráfico en creciente expansión es una asignatura pendiente en muchas naciones. Y queda de fábula pillar in fraganti a algún pelagatos de esos que lo peor que ha hecho en su vida ha sido ponerse ciego de hierba con los colegas de vez en cuando. Porque a los narcos de verdad, los que se dedican al tráfico y venta a gran escala, no se los pilla tan fácilmente.
Así que el muy tontaina de Hayes allá fue con dos kilos de mierda pegados a su cuerpo. Y eso le costaría unos cinco años de libertad, dignidad humana, integridad moral y física, y cordura. Más que sobrado castigo. Y aún puede dar gracias a haberse escapado y haber contado su infierno siendo de nuevo un hombre libre. A seguir vivo.
No he leído la autobiografía de Hayes, así que no sé hasta qué punto difiere la versión cinematográfica de los hechos reales, o por lo menos de la narración del ex-presidiario. Lo que me decepciona es que, como casi siempre ocurre, se desperdicia bastante una historia que podía haber dado más de sí. Y, de paso, que también podía haber sido más fiel a la verdad. Oliver Stone no estuvo a la altura. Tampoco la música me parece de traca. No ha soportado bien el paso de los años. Así que no entiendo muy bien lo de los Óscars al mejor guión adaptado ni a la banda sonora, pero mejor no entro en el tema de los premios, porque ya se ha visto que en muchos casos eso es una lotería y no siempre le tocan a quien más se los merece. Aunque claro, eso, como todo, es subjetivo y depende del punto de vista de los jueces que conceden los galardones.
Dramas carcelarios los hay que superan con creces a éste, para mí al menos. Sólo hay una escena que realmente me haya hecho removerme en el asiento, y es la de la zurra que le da Billy al soplón como venganza. Y es que hasta yo le tenía ganas. Porque eso de que jodiera al personaje de John Hurt, el único que me despertó simpatía, bien se merecía que le dieran estopa.
Chicos, no seáis mamelucos y no se os ocurra hacer el burro por ahí, que en muchos sitios las cárceles no son precisamente hoteles de cinco estrellas.
Vivoleyendo
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