Dobles vidas

Una sensación recorre la piel al embadurnarnos de todos los diálogos que escupe este guion sin necesidad de pedirlos. Un olor nos impregna, el de la elocuencia, el de intentar no separar las dos vertientes de este vodevil afrancesado que no da tregua al espectador. La prótosis de esta condicional viene a sumergirnos en la retórica de la cultura y la digitalización en un mundo carente de necesidades didácticas e instructivas. Casi sin aliento a amasar toda la vorágine de conceptos y palabras nos sobrepasamos con los pros y contras de un debate vasto en extensión y en retórica. La apódosis nos introduce en la doble moral y el juego del tiempo en las relaciones amorosas. Esa moralina sentimental que se contrapone a la gran moral cultural en personajes contraproducentes para su propio ego. El guion nos amasa todo en un fermento estrambótico o extravagante que puede hacer perder la noción de centralidad. Eso si, el despliegue de caracteres de su reparto actoral no tiene desperdicio en esta magistral puesta en escena de confrontación cultural y moral. Eso que tanto gusta a los que mezclan lo divino con lo humano.

Es la historia de unos editores y escritores en este mundo que va evolucionando y ven cómo va desapareciendo el libro de toda la vida para dar paso a las nuevas tecnologías.
El planteamiento es bueno, pero el director Olivier Assayas (Viaje a Sils maria, Personal Shopper) nos quiere ofrecer una película ligera y entretenida con algún toque de comedia al estilo de los films de Woody Allen, pero le falta el ingenio en los diálogos del director Neoyorkino y Assayas no logra tener un guión consistente con unos personajes que recitan textos torpes y banales.
Alain Danielson (Guillaume Canet) dirige una famosa editorial que publica todas las novelas de Leonardo (Vincent Macaigne), una especie de escritor bohemio, que no ha tenido éxito durante algún tiempo. Amigos de toda la vida, Alain va a rechazar su último libro... por algún motivo.
Los personajes no te cae ninguno bien, todos son hipocritas y mentirosos, con líos amorosos entre ellos como si fuera la tónica predominante y dando una imagen del mundo editorial bastante decepcionante. Entre los actores destacaría a la siempre profesional Juliette Binoche y Nora Hamzawi muy conmovedora en el papel de la mujer de Leonardo con apariencia fría pero que muestra mucho carisma y un amor sincero. Vincent Macaigne se interpreta a sí mismo y Guillaume Canet no parece demasiado inspirado.
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Estos dos aspectos son los que atraviesan y construyen esta película con planteamientos que nos permiten tomar posiciones sobre temas que, en primera instancia creemos estar seguros, pero tras una mirada y las maravillosas vueltas de la vida, podemos rápidamente encontrarnos en la vereda de enfrente. Doubles Vies comienza tímida, pero a medida que se va desarrollando empezamos a ver cómo está entretejida la trama literaria (papel vs pantalla) y la trama romántica (fidelidad vs amor libre). Como si de repente leer libros en teléfonos fuera una infidelidad o acaso mantener una pareja monogámica fuera la pretención de que los libros fueron, son y serán el mejor formato para la lectura. Es interesante. La recomiendo.

El director Olivier Assayas representaría la quintaesencia del cine francés de autor: de familia de cineastas, antiguo crítico de Cahiers de cinéma, admirador de los grandes nombres de la nouvelle vague, también antiguos críticos de la misma revista, y guionista de directores tan relevantes como André Techiné o Roman Polanski. Aunque su filmografía como director presenta un cierto abanico de registros, algunos de sus títulos, entre los que figura el que nos ocupa ahora, su último trabajo hasta la fecha, son perfectos ejemplos del continuismo llevado al extremo de la tradición de su país, es decir, la repetición de los clichés sobre el cine francés: snobs parisinos ególatras que se reúnen en sus pisos céntricos de lujo para comer, cenar y sentar cátedra con sus opiniones acerca de la evolución de la literatura, los puentes entre realidad y ficción, el conflicto entre arte y mercado, la adaptación del mundo cultural a las nuevas tecnologías, etc. Además de sus charlas pedantes, somos testigos de sus igualmente previsibles y aburridos vaivenes sentimentales que, una vez más, consisten en cincuentones que engañan a sus mujeres con veinteañeras mientras ellas les devuelven la pelota acostándose con los antiguos mejores amigos de su marido.

Dobles vidas es tan ensimismada y tan poco interesante como la clase social a la que describe y a la que va dirigida. La evolución desde Final de agosto, principio de septiembre, un título de cierto renombre dentro de la filmografía de Assayas de hace veinte años, es nula, y sin embargo en ese tiempo han pasado muchas cosas en la sociedad y en el cine. No obstante, tanto el director como sus personajes se han quedado aislados y ajenos a lo que pasa a su alrededor y no perciben que la porción de la sociedad que los admira, que quiere ser como ellos, o que al menos empatiza con ellos, se va mermando año tras año. Al mismo tiempo su obra se vuelve cada vez más ombliguista y autoreferencial y se convierten en autores que solo saben hablar de sí mismos y llevar a cabo relatos deconstruidos de semificción sobre su propia vida.

Este cine de autor francés ya no corre el riesgo de convertirse, sino que a los ojos de muchos espectadores se ha convertido en un género, y podríamos decir que un género en decadencia. La actualización no pasa por sustituir las charlas de café sobre Bergman o Fellini por charlas de café sobre Twitter o Instagram, sino en empezar a interesarse por lo que ocurre fuera de las cocinas burguesas e intelectuales del centro de París.

Esto no quita que quien tuvo retuvo, y Dobles vidas, a pesar de insistir en caminos más que trillados y de ser una película ya envejecida desde su estreno, cuenta con excelentes actores y con un director y guionista que es brillante cuando es capaz de salir de su zona de confort, como hizo en su trabajo anterior, Personal Shopper, que, aunque también giraba en torno a los ricos y famosos, exploraba territorios del cine de suspense y de terror consiguiendo un híbrido como mínimo curioso de ver. Ese sería, no el único, pero sí un posible camino si Assayas y otros directores de su ámbito no quieren verse reducidos a la irrelevancia o a la caricatura de sí mismos.

https://cines.com/criticas/critica-de-dobles-vidas/

El cine francés ha desarrollado a lo largo de los años una iconografía característica y propia que es fácilmente reconocible, y que, cómo no, se vuelve a mostrar en estas “Dobles vidas” . Libros, librerías, bares repletos de gente, cenas entre amigos y reuniones familiares siempre con el vino como elemento imprescindible y testigo mudo de interminables charlas y debates sobre cuestiones varias. En este caso, la situación del mundo editorial en la nueva era digital parece la excusa para plasmar las idas y venidas de un grupo de personajes inmersos en la frustración a pesar de aparentar estar encantados de conocerse. Es evidente que la mirada de Assayas es crítica, poco condescendiente con las nuevas tecnologías y los límites de la privacidad, pero todavía menos con la hipocresía social de una sociedad en permanente estado de inmadurez. El problema es que todas estas ideas, que estarían muy bien para un artículo o un debate televisivo, no funcionan trasladadas a la gran pantalla. Diríamos que se pierden dentro de un guión inconexo, lleno de personajes que no aportan nada, una sucesión de escenas que acaban por no llevar a ninguna parte. Ni da respuestas ni apunta soluciones a las diferentes cuestiones que plantea, tan solo el dibujo de unos personajes que van perdiendo interés conforme avanza la película.

Lo mejor: su capacidad para generar debate.

Lo peor: la artificiosidad de todo el conjunto.