A contracorriente

En "Humillados y ofendidos", Dostoievsky trata esa extraña costumbre que tenemos los humanos de hurgar en nuestras llagas hasta que las convertimos en úlceras para, seguidamente -esto ya es cosecha mía, porque hace mucho tiempo que leí "Humillados y ofendidos"- hacer de ellas pozos en los que nos encerramos y nos aislamos del mundo, sin querer mirar más que nuestro propio dolor. Es cierto, el sufrimiento, como no vayamos con cuidado, nos vuelve terriblemente egoístas.

La película narra la historia de un perfecto egoísta; un hombre que sufre, y que es incapaz de mirar el dolor ajeno; que puede llegar hasta el límite de utilizar a los seres que lo aman para lograr el propósito de autodestruirse, y que no quiere entender - varias veces se lo dicen durante la película - que nuestras vidas no son nuestras, sino de aquellos a quienes le importamos. No somos islas; nuestra existencia transcurre entre vínculos valiosos que nos unen a los seres queridos, y nadie atenta contra la propia vida sin atentar contra la de los demás. El cariño hace que no nos pertenezcamos a nosotros mismos, y que nos convirtamos -aunque a veces cueste entenderlo- en un regalo para quienes nos aman. Visto así, disponer de la propia vida prescindiendo de esas personas no deja de constituir un robo bastante cruel. Y es que el protagonista de "Against the current" es un ser cruel, capaz de entablar incluso una relación amorosa sabiendo que va a truncarla poco después y a provocar una sangría en corazón ajeno, sin que parezca importarle lo más mínimo.

Vale. Ya sé que esto no es una crítica de la película, sino de su contenido… Pero me apetecía decirlo.

George Mallory y Andrew Irvine fueron dos montañeros británicos que en 1924 intentaron ascender hasta la cima del Everest y murieron en el intento. Un año antes, un reportero le había preguntado a Mallory por qué quería escalar el Everest y él respondió: “Porque está ahí”. Bastante de esa idea hay en esta película. De tratar de dar un sentido a la propia vida a través de la superación, de la hazaña. Incluso aunque podamos morir en el intento.
Es una road movie bastante peculiar, en la que se nos habla de la vida, la muerte, la amistad o el amor. Una película sensible, sentida y sencilla. Un canto a la vida y un canto a la libertad para hacer con ella lo que nos plazca, pues somos los únicos dueños de nuestro destino. En la que destacan los hermosos paisajes y la magnífica fotografía. Merece la pena verla, os aseguro que no os arrepentiréis.

Otra muy grata sorpresa. Me encuentro de nuevo ante un film del que nada sabía cuando empecé a ver y que me ha dejado positivamente sorprendido. Una historia dura y real. Los planteamientos filosóficos sobre que hace que la vida tenga sentido... ¿Merece la pena vivir? ¿Le debemos el seguir viviendo a los demás? Muy bien interpretada y resuelta... Lo malo es que te deja "mal cuerpo"...

Pueden ocurrir las cosas más raras, pero para hacer arte han de ser además verosímiles.
El motivo que lleva al protagonista a nadar, contracorriente, por el Hudson hasta Nueva York no convence. Como tampoco el final.
El guión lo tenía difícil porque una película en la que hay que estar días y días nadando tiene el riesgo de aburrir. Y aburre, a tramos.
Como la historia es poco creíble, Joseph Fiennes tampoco lo es. Pienso que ni él mismo se creía la historia. Mejor está Justin Kirk, porque su personaje es más convincente. Y a Elisabeth Reaser le toca un papel que ni fu ni fa.
La película es pasable por mostrarnos casi trescientos kilómetros de las orillas del Hudson, con una espectacular llegada a Nueva York. Esa ciudad, que todos conocemos por el cine, se muestra aquí lejana y extraña desde el río.

La película narra la historia de un perfecto egoísta; un hombre que sufre, y que es incapaz de mirar el dolor ajeno. Que puede llegar hasta el límite de utilizar a los seres que lo aman para lograr el propósito de autodestruirse, y que no quiere entender (varias veces se lo dicen durante la película) que nuestras vidas no son nuestras, sino de aquellos a quienes le importamos.
No somos islas. Nuestra existencia transcurre entre vínculos valiosos que nos unen a los seres queridos, y nadie atenta contra la propia vida sin atentar contra la de los demás. El cariño hace que no nos pertenezcamos a nosotros mismos, y que nos convirtamos, aunque a veces cueste entenderlo, en un regalo para quienes nos aman.