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Los niños del paraíso

Drama Un soldado y unos niños huérfanos recorren Japón durante la posguerra. Los avatares del camino les significarán tanto una aventura de supervivencia como una lección hacia la madurez. (FILMAFFINITY)
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
29 de marzo de 2011
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me he quedado helado al acabar de ver la película. Podría decir tantas cosas sobre ella que mejor no digo ninguna, porque acaso no le haría justicia. Sólo puedo afirmar que esta es una indicutible obra maestra de la posguerra: descarnada, tierna, honesta, sin metáforas ni maquillajes, sin sensiblería ni manipulación, franca y sensible a partes iguales. La escena de la escalada a la montaña, sencillamente inolvidable, hace que el corazón más férreo se tambalee.
Haced un favor y vedla a la mínima oportunidad que tengáis.
Desartico
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13 de setiembre de 2012
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Los niños de la colmena" es puro neorrealismo a la japonesa. Esto supone que comparta cosas importantes y definitivas con Vittorio de Sica y con esa "Alemania, año cero" (1948) de Rosselini. Es un drama conmovedor ambientado en la destrucción que sobrevino tras la segunda guerra mundial. Entre los daños colaterales quedaron montones de niños huérfanos condenados a sobrevivir en los márgenes de una sociedad rota. Entre paisajes naturales de hermosura selvática y los restos quemados de toda una civilización la película avanza optimista y negrísima a la vez. Su fuerza es pletórica y aun así ese poder se debilita un poco por ese "a la japonesa" comentado que se traduce en un exceso de melaza que no ha envejecido del todo bien. Escaso achaque para una película excelsa sobre el mayor crimen posible: una infancia robada que como esos fotogramas impagables de Hiroshima aparece hecha añicos. Eso es violencia. Y cómo duele.
laranra
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3 de agosto de 2015
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me intento situar en la piel del soldado, arrasado por dentro, caminando sin rumbo, malditamente consciente de la derrota y asumiendo a cada paso que las ruinas de tu país también son la condena de los niños que van andando a tu lado. La película de Hiroshi Shimizu está realizada en 1948 y de ese dato se desprenden conclusiones como que para rodar según qué escenas no tenía que complicarse mucho buscando localizaciones. A Japón en 1948 le sobraban espacios arrasados por las bombas, a saber cuántos pueblos eran escombros que aún humeaban. De manera que retratar la realidad tal cual era yo no lo consideraría un neorrealismo japonés, es más que eso, es sacar la cámara y retratar lo que pasa por delante, casi sin guión, sin necesidad de imaginar excusas.

Y si duele más de lo normal es porque los protagonistas son niños a los que se les caen los mocos, niños huérfanos que son doloroso presente a la vez que esperanzador futuro. A mí los escasos ochenta minutos de "Los niños del paraíso", la película que comento, que nada tiene que ver con la francesa, me han parecido un ejemplar ejercicio de lucidez. ¿Hay esperanza?; por supuesto, acaban de perder la guerra y no les queda otra que tirar para adelante, aunque con lo que tienen que luchar primero es con la verdadera supervivencia, que es de lo que trata la película.

¿Cómo decirlo de otra manera?; la guerra es muy perra, y no hay nada peor que ver sufrir a los niños, que son los verdaderamente inocentes. El retrato del grupo de niños es doloroso, posiblemente necesario y a nivel de cinematografía pura, es capaz de encoger el alma a través de ciertas escenas. El nivel lacrimógeno es el que es. No desvelo nada grave, pero ver a uno de los niños subir a cuestas a otro por una montaña no es que sea duro, no, es lo siguiente. La guerra es perra, palabra.
Luisito
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10 de octubre de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La consecuencias de la guerra son devastadoras.
Ciudades hundidas en el polvo, hombres que no regresan a sus hogares...

Y los que vuelven se encuentran sin futuro, mujeres sin familia, supervivientes destinados a trabajar de lo que la tierra da, y otros a aprovecharse de la miseria para prosperar en el mercado negro...sí, un mundo desolador, pero, ¿cómo lo afronta un niño? Uno de los mayores logros del gran director Hiroshi Shimizu fue "Los Niños de la Colmena", donde aquí vuelve a ofrecer un análisis directo y crudo de la sociedad expresado a través de uno de sus recursos más usados.
Y esos son los niños y la infancia, tal como hiciera en sus otros memorables trabajos "Nobuko" o "Niños en el Viento". Si por algo destaca Shimizu es por esa manera tan natural y sencilla que tiene de mostrar el mundo en sus películas, de claras tendencias neorrealistas como pudiera practicar el mismo Rossellini, pero lleno de metáforas y símbolos genuinamente japoneses, en la más pura línea de Yasujiro Ozu.

Aquí nos presenta lo que es el Japón de la posguerra mundial, un país hecho trizas por los efectos de la batalla, donde las personas malviven como pueden e intentan seguir adelante, a pesar de haberlo perdido todo, y el grupo de chiquillos huérfanos protagonista es el reflejo de la precaria situación que atraviesa la nación, los cuales, junto a un ex-soldado que toman por hermano mayor, deciden plantar cara a la adversidad como hombres y continuar, trabajando para poder comer y siempre con fuerzas.
El film, avanzando bajo una banda sonora compuesta en su mayoría de canciones tradicionales infantiles, se revela tan optimista como descorazonador, con algunos momentos de humor y otros tremendamente trágicos, todo sea por representar lo más fielmente posible la realidad que viven los personajes. A veces resulta tan real que parece que estemos viendo un documental rodado por Shimizu sobre las gentes de esa época y lugar en concreto y sobre sus deseos, pesares, recuerdos y anhelos.

El director vaga por parajes desérticos, bosques, lagos, mares y selvas naturales y se centra por completo en la pandilla de críos, donde cada uno de ellos ofrece una gran interpretación, y en los problemas que van sucediéndose en la historia siempre desde el punto de vista de éstos, dejando en un segundo plano al soldado y a la chica, que encarnan, también de forma maravillosa, Shunsaku Shimamura y Natuski Masako, respectivamente, los cuales sirven de guía e inspiración a los niños.
Hay significativos y desoladores momentos magistralmente concebidos por el director e interpretados por sus actores, como aquel en el que vemos a Yoshibo mirar al mar llamando a su difunta madre, la despedida de éste con la chica en las escaleras del cementerio y por supuesto cuando es llevado a la espalda del otro chaval por toda la montaña y concluye en ese fatídico final que supone el más importante giro de la historia.

El personaje de Yoshibo es el que, realmente, lidia en el film, ya que es el que más cambios provoca en los demás niños. Un sobrecogedor testimonio de la situación vivida por la sociedad del país nipón tras la 2.ª Guerra Mundial narrado con eficiencia y manifestando Shimizu que lo suyo es el realismo puro y duro. Pocos directores lo representaron tan bien como él.
A recordar aquella frase dicha por uno de los muchachos que te deja sin palabras: "Yoshibo, tú gritabas "mamá" cada vez que mirabas el mar. Nosotros gritaremos tu nombre cada vez que veamos una montaña".

Demoledor.
Chris Jiménez
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3 de octubre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Japón perdió la truculenta 2ª Guerra Mundial, y desde ese momento decidieron no intervenir en otro conflicto bélico. El pueblo entero cayó en una intensa y duradera depresión de la que aún no han salido (todavía su ejército profesional no ha salido del Japón así que no han intervenido en conflictos bélicos), siguen necesitando tiempo para asimilar y aceptar la atroz alianza con el nazismo. Hiroshi Shimizu nos recrea con suficiencia el viaje iniciático de los niños de la postguerra, y lo hace tres años después de la finalización de la misma. Hiroshi Shimizu fue uno de los primeros directores —junto con Yasujiro Ozu, y en menor medida, Akira Kurosawa— que comprendieron las consecuencias fatales de la guerra en los niños.

En "Los niños del paraíso" el director nos retrata —en plena postguerra—, la pequeña odisea de unos niños japoneses que aprenderán distintas formas de supervivencia a la vez que son moldeados y reeducados por su entorno más próximo. Estos huérfanos niños se ganan la vida con el pillaje y la beneficiencia de los más solidarios, la desgracia es todavía mayor porque trabajan a las órdenes de un malnacido que vende la comida conseguida por aquellos para su propio disfrute, esto niños sólo pueden disfrutar de las migajas. La suerte cambia cuando un soldado expatriado —y también huérfano— se apiada de ellos, es entonces cuando los niños se ven en la necesidad de elegir su propio camino. Por ello, esta aparente aventura evoca un continuo aprendizaje y adaptación a un nuevo entorno ajeno a ellos.

Para ello, Hiroshi Shimizu utiliza una narración sobria y efectiva a base de planos estáticos, y movimientos de cámara laterales —algunos son panorámicos— cuando decide mostrar el camino a seguir por parte de los protagonistas. Estos travellings son una seña de identidad hoy día, se convirtieron en marca de la casa. La banda sonora completa esta buena puesta en escena, utilizándola en algunas transiciones de escena, también en algunos momentos bastante emotivos. Aunque bien es cierto que la película basa su puntos fuertes en el carisma de los protagonistas así como en la triste historia. Todos estos elementos lo acercan claramente al movimiento neorrealista italiano de la postguerra, aunque nunca alcanza esa atmósfera tan opresiva de las películas de Roberto Rosellini.

Más en http://www.criticasen8mm.com/2017/10/los-ninos-del-paraiso-Shimizu-1948.html#more
HectorMagno
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