Coche cama a Trieste

Intenso y electrizante argumento (C. Grey) que en forma de película pierde parte de su interés debido a la insuficiencia de su eficacia narrativa.
Demasiado lenta y a veces poco cuidadosa con los detalles formales, la peripecia se tambalea en ocasiones y eso le resta contundencia.
La pantalla no se hace cargo del suspense que la trama encierra.

La interpretación de los protagonistas, sin embargo, resulta meritoria y la ambientación predispone favorablemente al espectador a suplir, de buen grado, la parquedad del film.

Interesante películita inglesa, que podemos llamar thriller de espías y que se desarrolla a lo largo de un viaje en tren. Aunque es una película bastante desconocida para la mayoría de la gente, podríamos considerarla un clásico del cine de espías, siendo a su vez un remake de una película del año 32. Buen ritmo y un guion que consigue involucrar en la trama a un montón de personajes variopintos, jugando cada uno su papel. Destacar al siempre inquietante Albert Lieven comp perseguidor y a Alan Wheatley como perseguido. Dirige el fiable John Paddy Castairs (también escritor y pintor en sus ratos libres), uno de esos profesionales a los que les dabas cualquier película y te la sacaban adelante con solvencia. Entretenida.

Un relato de misterio a bordo de un tren.
Los aficionados se van a ver inmediatamente atraídos por el tema, no hay nada más sugerente que unos delincuentes huyendo por un entorno en el que prácticamente no hay escapatoria. Si a eso añadimos que nosotros conocemos los pormenores de la intriga mucho antes que los propios viajeros implicados podríamos deducir que nos encontramos ante una prometedora cinta de suspense que nos va a hacer pasar un buen rato.
El macguffin es un diario conteniendo secretos de estado que podrían desencadenar una guerra. Dos agentes extranjeros son traicionados por un tercero que lo birla para no tener que repartir las ganancias y pretende escapar con él en el tren.
!Muy mal, muy mal, muy mal!. Sus colegas perseguidores adivinan sus movimientos en el acto y se montan en el tren. Tienen que encontrarlo antes de cruzar la frontera. Pudiera parecer que un tren no ofrece muchas oportunidades para esconderse pero esos trenes antiguos llenos de compartimentos particulares no son tan fáciles de explorar ni mucho menos en esta película donde todo el mundo parece querer tener privacidad pero se la niegan a los demás, entran y salen de un compartimento a otro como Pedro por su casa, el trajín es enorme y eso está más masificado que una playa de Benidorm en pleno agosto.

Porque además de nuestros agentes non gratos paseando por allí, como compañeros viajeros tenemos a un inspector de policía (siempre tiene que haber uno), unas señoritas sin ganas de pasar por la aduana, una pareja adúltera viviendo su amor en la clandestinidad, un amigo pelmazo testigo involuntario al que hay que ocultar el amorío, un ornitólogo inglés que trata inútilmente de contagiar su amor por los pájaros a un soldado americano, mucho más interesado en la juerga y las mujeres, un resignado chef que ha de soportar las insolencias culinarias de un niño bien, un escritor soberbio y arrogante y un secretario explotado y humillado, además de los revisores por supuesto.
Con una intriga bien urdida que consigue despertar nuestro interés, la película se resiente por la escasa relevancia que se le otorgan a la gran mayoría de pasajeros que parecen puestos ahí únicamente para rellenar y aportar un toque humorístico sin que su presencia suponga algo realmente importante en el avance de la intriga.
Es decir, esto no es Agatha Christie donde cada uno de sus personajes tomaba protagonismo como sospechoso en un momento dado, pero tampoco es Hitchcok donde la intriga y el suspense se adueñaban del relato en un crescendo sin fin.
Esto es una mezcla de ambos, con un abuso del humor que quizá entonces funcionara bien pero que hoy lo único que consigue es distraer al espectador de lo verdaderamente importante para él. La búsqueda del diario y el destino de nuestros agentes que son los que prestan al relato la verdadera tensión en el film.
Aun así no es una película fallida. Es muy adecuada para verla tumbado en el sofá, ya saben, esas perezosas tardes de invierno y lluvia. Un poco de intriga, otro poco de humor y la certeza de que todo acabará en su sitio sin sobresaltos pero también sin aburrimiento.

. En realidad, se trata de un remake de Rome Express, una película de Walter Forde de 1932. El tren, en la buena tradición de Alarma en el expreso, se erige en protagonista de este hervidero de personajes enigmáticos, espías, detectives y criminales.

Particularmente me ha costado mucho seguir a los personajes y empezar a conocerlos, eran excesivos, y no todas las tramas resultan entretenidas, algunas particularidades de ellos, de hecho, me han sorprendido negativamente. Solo destaco los últimos 20 minutos, que es cuando se deshilacha todo, pero el desenlace final tampoco es para que uno lo recuerde por mucho tiempo. Le doy un 5 raspado.