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Señor blanco rating:
9
7.3
59,611
Sci-Fi. Fantasy. Mystery
Roy Neary (Richard Dreyfuss) becomes obsessed with meeting extraterrestrials after encountering a UFO on an abandoned road one night. Against the wishes of his wife (Teri Garr) and children, Neary, along with another witness to the sighting (Melinda Dillon), travels to a mysterious mountain where the government has built a landing strip hoping to attract the aliens. At the same time, a group of scientists led by Claude Lacombe (François ... [+]
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- es
September 5, 2015
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Nos encontramos en el sureste de los Estados Unidos. En los últimos días, se han sucedido avistamientos de extrañas luces y el acaecimiento de fenómenos paranormales en distintos pueblos, ciudades y caminos. Roy Neary (interpretado por un joven Richard Dreyfuss, que ya colaboró con Spielberg en la magnífica "Tiburón" dos años atrás) es un electricista de Indianápolis, un tanto rudo e infantil, que prefiere jugar con sus trenes en miniatura a prestar atención a su mujer (una bellísima Teri Garr) e hijos. Un buen día, Roy es testimonio directo de uno de estos fenómenos paranormales, y su vida cambia totalmente, hasta el punto de desarrollar una obsesión paranoide hacia todo lo que está sucediendo, mientras su mujer, que representa a la racionalidad y la madurez de la clase media norteamericana, trata de recomponer la familia con parches inútiles.
Finalmente, los fenómenos eclosionan en un "Encuentro" brillante, del que Roy será uno de sus protagonistas, pero para ello, deberá abandonar todo rastro de su vida anterior y superar todos sus límites humanos, abriéndose a un mundo completamente extraño y desconocido, con el riesgo pero la gratificación que ello puede suponer.
Finalmente, los fenómenos eclosionan en un "Encuentro" brillante, del que Roy será uno de sus protagonistas, pero para ello, deberá abandonar todo rastro de su vida anterior y superar todos sus límites humanos, abriéndose a un mundo completamente extraño y desconocido, con el riesgo pero la gratificación que ello puede suponer.
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Spoiler:
"Encuentros en la tercera fase" es una experiencia espiritual. Steven Spielberg comentó que era una historia sobre "abrir puertas", refiriéndose a puertas físicas y puertas mentales, de superar los obstáculos que la condición humana nos impone. El hecho prodigioso de que una inteligencia extraterrestre sobre la que desconocemos absoltuamente todo, pero que parece ser capaz de entenderse con nosotros y de mostrarnos su lado más bello e incocebible, resulta un auténtico milagro. Unas preciosas luces que descienden de un cielo nocturno estrellado, reflejadas en los ojos de un matrimonio de ancianos que las observan fascinados, como si de dos niños se trataran. Y es que Spielberg también dijo que la película recogía toda la fascinación que sienten los niños ante el mundo, y esa curiosidad sorprendentemente sin miedo alguno que les caracteriza. Así, mientras su madre está aterrorizada por un OVNI que merodea alrededor de su casa emitiendo una angustiante luz anaranjada, Barry abre la puerta sin miedo, en una imagen que es ya un maravilloso icono del cine, y efectivamente, no había nada que temer, pues Barry vuelve al final de la película sonriente y se despide feliz de sus amigos de otra galaxia.
Encuentros en la tercera fase es también un elogio de la comunicación y la interactuación entre seres vivos. François Truffaut, que raramente actuaba, y menos en prelículas norteamericanas, está espléndido como experto en extraterrestres (su personaje está basado en el experto Jacques Vallée) y su despedida con los ya famosos gestos a un extraterrestre que es capaz de reproducirlos e incluso de dibujar una vaga sonrisa es espléndida.
En el apartado técnico, la cinta fue una auténtica revolución. Los efectos especiales de Douglas Trumbull, responsable de los efectos de "2001, Odisea en el espacio" entre otras muchas, son excelentes, y apenas han envejecido a pesar de que la cinta data de 1977. La banda sonora, del siempre genial John Williams, es asimismo brillante.
En los 70, década heredera de la revolución cultural y mental que se impuso en el mundo occidental con el movimiento hippie y el new age, tal película suponía la cristalización definitiva de todas las creencias alternativas y del ansia del ser humano de abrir nuevos horizontes mentales y de vivir experiencias espirituales maravillosas que escaparan de la ordinariedad que el capitalismo norteamericano del "american dream" de los años 50 quería imponer a todos los mortales. Roy se rebela, y abandona esa vida para vivir una auténtica experiencia mística, que puede acabar bien o mal, pero que está claro que si no tenemos fe en que acabará bien y no lo intentamos, seguiremos estancados en nuestra casita de las afueras de Indianápolis maldiciendo nuestras vidas.
Encuentros en la tercera fase es también un elogio de la comunicación y la interactuación entre seres vivos. François Truffaut, que raramente actuaba, y menos en prelículas norteamericanas, está espléndido como experto en extraterrestres (su personaje está basado en el experto Jacques Vallée) y su despedida con los ya famosos gestos a un extraterrestre que es capaz de reproducirlos e incluso de dibujar una vaga sonrisa es espléndida.
En el apartado técnico, la cinta fue una auténtica revolución. Los efectos especiales de Douglas Trumbull, responsable de los efectos de "2001, Odisea en el espacio" entre otras muchas, son excelentes, y apenas han envejecido a pesar de que la cinta data de 1977. La banda sonora, del siempre genial John Williams, es asimismo brillante.
En los 70, década heredera de la revolución cultural y mental que se impuso en el mundo occidental con el movimiento hippie y el new age, tal película suponía la cristalización definitiva de todas las creencias alternativas y del ansia del ser humano de abrir nuevos horizontes mentales y de vivir experiencias espirituales maravillosas que escaparan de la ordinariedad que el capitalismo norteamericano del "american dream" de los años 50 quería imponer a todos los mortales. Roy se rebela, y abandona esa vida para vivir una auténtica experiencia mística, que puede acabar bien o mal, pero que está claro que si no tenemos fe en que acabará bien y no lo intentamos, seguiremos estancados en nuestra casita de las afueras de Indianápolis maldiciendo nuestras vidas.