Sin ser la gran película que Amarás al prójimo podría ser, hay en ella cierta sensibilidad y un gran planteamiento de una historia que puede suscitar verdadera polémica, lo que en sí mismo ya es de lo más interesante. En la rutina diaria de un grupo de jóvenes, cuidados/supervisados/protegidos por un solitario sacerdote, asistimos al dilema constante de la fe, el amor, el deseo, y los difusos límites que hay en estas fronteras.

De una forma pausada, casi documental, la directora Malgorzata Szumowska, plantea las vidas de esos jovenes de forma directa y poco complaciente. No son inocentes, ni están libres de pecado. Su pastor, por el contrario, parece saber los límites de la carne, la importancia del afecto, y la virtud del autocontrol.

Pero el corazón humano no conoce los límites, y especialmente en la crueldad, es donde debe defenderse y ser honesto con la sangre que lo bombea.

Puede que los dilemas morales planteados en Amarás al prójimo no acaben sentenciados con una opinion clara desde el guión y la dirección. El último plano de la película es decididamente ambiguo en ese sentido. Pero la naturalidad de las interpretaciones y el sostenido desarollo de la historia llevan, no a justificar, pero sí a comprender, las acciones de todos sus protagonistas.

Finalmente, Amarás al prójimo se convierte en una hermosa radiografía de la solitaria existencia de ese hombre (Andrzej Chyra, gran actor) y sus sentimientos, de la coherencia de las decisiones y las contradicciones de la fé; y del encuentro con uno mismo a través del amor, aunque este sea prohibido.