La historia tiene lugar en una barriada de Dublín. Según transcurre el metraje se nos revela la interconexión que existe entre todos los personajes que van apareciendo.
Los protagonistas son gente normal, ciudadanos cero; algunos de ellos luchando para huir del anonimato, intentando aparecer como héroes a los ojos de los otros.

Una atmósfera triste y derrotista envuelve el film en gran parte de su desarrollo, pero también un humor, que a veces roza el sarcasmo, subyace en la recámara del director.
Un amplio abanico de individuos con marca de perdedores pueblan Intermission. Sus confesiones, encuentros y proyectos tienen lugar en un pub, como no podía ser de otra manera, alrededor de unas pintas.

El excesivo interés del realizador en mostrar uno a uno a cada miembro de esta curiosa comunidad hace perder, creo yo, la idea conjunta que se trataría de expresar en esta lánguida, rocambolesca y a veces desdibujada comedia social.

Y al final: sólo el amor hace milagro el barro (que diría Silvio Rodríguez). Pasable: 6,5