El final del siglo IV y el inicio del siglo V son periodos tumultosos para el poder imperial romano. Los ejércitos imperiales sufren para contener el avance de sasánidas y germánicos, mientras que la vida interior del Imperio se ve sacudida por profundos conflictos religiosos, que se saldarán con la hegemonía del Cristianismo, una vez que el poder imperial abrace inequívocamente dicha religión.

En ese contexto hay que situar la figura de Hipatia y el tratamiento que de ella hace Amenábar. Un tratamiento biográfico que tiene mucho más de cinematográfico que de histórico, lo que nos proporciona una aproximación bastante imaginaria a una figura histórica, que sin embargo se completa con una tentativa mucho más fidedigna de ilustrar de los conflictos interreligiosos de finales del siglo IV. Sin duda lo mejor de la película es el tratamiento que Amenábar da a los mismos. Lejos de la aproximación maniqueista que le atribuyen algunos, Amenábar sitúa a todas las religiones del momento como desencadenadoras de violencia, aunque lógicamente la que se vuelve hegemónica es la que se desencadena en mayor cantidad y se vuelve contra la protagonista.

Presentado ese mérito, entramos en los problemas. Alejandro realiza un importante esfuerzo escenográfico, pero ello no nos libera de una cierta sensación de tedio que abarca casi todo el metraje. Los personajes no están, en ningún caso, a la altura del relato y ni siquiera la figura de Hipatia parece tener el empaque suficiente que una película como ésta exige, en parte porque Weisz no es lo bastante actriz para brillar con un personaje tan poco trabajado. El resto del personajes se muestran también un tanto ligeros, producto de un guión de poca altura y de su escaso desarrollo. Esa sensación viene reforzada por el abuso de la gestualidad, un recurso que el director no deja de utilizar y que va en detrimento de un texto mejor trabajado. Tampoco el montaje de la película es precisamente para tirar cohetes.

Total, que a pesar de su cierta capacidad para relatar conflictos religiosos, Ágora acaba siendo un trabajo poco sugerente y bastante olvidable, con elementos de digestión fácil pero con poco sabor.

Recomendación: prescindible aunque puedes verla si te apetece.