Hace unos años oí decir a Amenábar que, ante todo, un buen cortometraje era una buena idea. Estuve de acuerdo, y añadí mentalmente a ese comentario que si esa idea se desarrollaba en el menor tiempo posible y, si era necesario, sin palabras, entonces el objetivo de hacer algo bueno en una obra de corto metraje estaría logrado al cien por cien.

Y esto es lo que han hecho un grupo de jóvenes estudiantes de cine franceses en este divertido y adrenalítico cortometraje de animación, que en tan sólo dos minutos y medio cuentan estupendamente y con talento la breve odisea de dos pulpos enamorados que son separados de la pescadería donde viven (momentánea e ingénuamente) felices, y que inician una carrera frenética por las calles de un pueblecito isleño (se diría que podría ser de Grecia por la ambientación) a bordo de la furgoneta donde pretenden trasladar a uno de ellos hasta un restaurante de la playa.

Es visualmente atractivo y colorista, está magníficamente diseñado, ofrece imágenes que hacen sonreir al espectador y se ve en menos tiempo del que te enteras. Chapeau.