Película de terror psicológico ubicada en la sempiterna casa en mitad de la nada en la que ocurren sucesos inexplicables. Un matrimonio y su hija alquilan una casa en Gales para pasar unos días de asueto. Él parece que arrastra una experiencia traumática y lo que comienza a suceder en la casa termina por desquiciarle los nervios.

Es un correcto ejercicio de cine de género, pero pronto se le empiezan a ver las costuras con algunos tópicos que parece mentira que aún persistan en el cine comercial. No son pocos los referentes de los que echa mano: desde "El Maquinista" (2004) hasta, "Lo Que La Verdad Esconde" (2000) pasando por la inevitable "El Último Escalón" (1999). Y digo inevitable porque comparte, director y guionista y protagonista, un Kevin Bacon ya sesentón pero aún solvente.

Mediada la película nos empezamos a oler la tostada, pese a que la trama parezca enrevesarse cada vez más. Juega a introducir algo que parecen realidades paralelas o bucles temporales que no terminan de cuajar en la historia para luego ser algo completamente distinto. Que era justo lo que nos imaginábamos, con cierto barniz local para que resulte algo más exótico. Lo peor es que no despide ni un milígramo de inquietud, no hay ni una sola imagen impactante. Todo es muy pulcro y formal, no hay nada malrrollero que nos transmita una mísera punzada de angustia. Tranquilamente la pueden ver mientras cenan.