En un tenue retrato de la noche neoyorquina, entre bares solitarios o rebosantes de ruido, de humo y ambiente cargado, entre taxis que recorren avenidas deslumbrantemente iluminadas, en ese blanco y negro que ilumina la pantalla, o por solitarias estaciones de metro donde se masca el miedo, por teatros donde la gente se divierte o antros donde el jazz suena desbocado, sin salir del estudio, transcurre una historia de misterio en la que una humilde secretaria (Elle Raines), por amor, seguirá los pasos de una dama misteriosa y de un curioso sombrero...

Una cinta donde Siodmak, una vez más, bajo la excusa de la intriga y del misterio, mientras nos atrae por la senda del enigma, nos conduce al filo de la oscura alma humana, y nos muestra el precipicio donde se asoma la locura...

Una película que no alcanza la excelencia, en cuanto al suspense se refiere, aunque aguardamos hasta el final, a la espera de alguna sorpresa. Pero si es un magnífico ejemplo de cine negro, que contiene algunas escenas únicas y prodigiosas, cómo en la que el personaje representado por Elisha Cook (uno de los grandes secundarios del cine negro de los cuarenta, cincuenta), con gran desenfreno, toca la batería mientras improvisa con una banda de variopintos músicos…

Película que sin ser de la mejores de Siodmak, tiene el suficiente poso cinematográfico cómo para ser recomendada, cómo para permanecer en la estantería, entre una buena colección del mejor cine negro…