En el arranque de la película, Cary Grant desparrama su encanto en el compartimento de un tren(Hitchcock y el tren) cuando se encuentra a una Joan Fontaine entregada a sus encantos desde el primer momento...y nosotros caemos embaucados igualmente, por su elegancia, su estilo, su punto canalla. A pesar de mediar una pantalla y 75 años de evolución estética. Comprendemos entonces, con una admiración no exenta de cierta envidia que Cary Grant es la seducción, y que en Sospecha, lo es en especial.

Él sostiene una película que sería absurda sin su carismática presencia que llena la pantalla, y hace creíble un argumento muy Hitchcock. El director inglés, como en muchas de sus películas, renuncia a la verosimilitud, porque quiere experimentar sin reserva sobre emociones humanas. La mentira que lleva a la sospecha, la sospecha que lleva a la paranoia. La desconfianza que deja libre la imaginación, y que convierte un vaso de leche en un arma mortífera.

Y todo bascula sobre uno de los mejores intérpretes de la historia del cine, sobre un Cary Grant canalla y seductor.