He leído en algunas críticas de “Precious” que el director se recrea en el drama familiar de la protagonista, que exagera, que inunda al espectador con una “sobrecarga” de tragedia.
Se nota que quienes escriben esto no han trabajado nunca en contacto directo con determinadas personas con un perfil marginal o con enfermos mentales. De haber sido así verían que la realidad supera siempre a la ficción.
Que una adolescente de un barrio marginal, violada sistemáticamente por su padre desde muy temprana edad ante la pasividad de una madre tan egoísta que encima la odia por “quitarle a su hombre”, acabe en el estado que presenta la protagonista al comienzo del film es casi lógico.
Precious es una persona de 16 años que sufre el síndrome ya descrito con brillantez por Spielberg en “El color púrpura”: pobre, negra y mujer, todo en uno.
Visto el film de Spielberg, sólo encontramos una diferencia en la evolución de la sociedad norteamericana actual, y es que ahora esa persona puede tener una segunda oportunidad. Esa es la grandeza del film, contarnos ese viaje accidentado de Precious en busca de poder aprovechar esa segunda oportunidad que le brinda la vida y que a nadie se le debería negar.
Película de obligado visionado para políticos y dirigentes cuadriculados e intransigentes que no creen en la frase “yo soy yo y mi circunstancia”, y que, por tanto, no creen en el derecho a las segundas oportunidades.