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Spain Spain · Valencia
Carorpar rating:
8
Comedy The film version of Irma La Douce (which means "Irma the Sweet") tells the story of Nestor Patou (Jack Lemmon), an honest policeman who finds a street full of prostitutes in a popular area in Paris. After reporting the ladies to the police inspector, who was aware of those prostitutes and lets them off by accepting bribes, he fires Nestor. Drowning his sorrows at the local bar, Chez Moustache, Nestor becomes close friends with Irma La ... [+]
Language of the review:
  • es
April 30, 2017
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“Irma la Douce” es una comedia brillantísima, enésima obra maestra de Billy Wilder. El colorido encanto que destila cada fotograma y el abracadabrante “happy ending” no alcanzan a enmascarar —tampoco lo pretenden— la amargura subyacente, derivada de cierto pesimismo existencial, ambos marca de la casa.
Wilder ambienta la insólita historia de amor en los bajos fondos —el entorno del mercado de Les Halles— de un París tan artificioso que resulta casi de opereta. Conviene resaltar el “casi” por si de mi apreciación pudiera inferirse algún matiz negativo. En absoluto.
Atípica es también la pareja protagonista, no tanto por la naturaleza de los personajes o la relación entre ellos como por las características de sus intérpretes. Me explico: no se me ocurre rol más alejado de un Jack Lemmon que el de chulo de putas —con perdón—; del mismo modo que los de Shirley MacLaine serían los últimos rasgos que se me vendrían a las mientes caso de pararme a imaginar el arquetipo de prostituta. Y, sin embargo, el talento de ambos —no en vano en la cúspide de sus respectivas carreras— hace posible lo improbable, elevándolo además a la categoría de sublime. Hasta un punto tal, de hecho, que, acabada la película, lo que cuesta concebir son unos Irma y Néstor Patou-Lord X con otros rostros.
Lemmon tiende indefectiblemente a la sobreactuación. El doble papel —así aquí como en “Some Like It Hot” (Con faldas y a lo loco, 1959)— le permite sublimar tan peligrosa pulsión encauzándola hacia la hilarante caricatura que constituye ese Lord X manojo de gestos. Shirley MacLaine, por su parte, expansiva como una supernova, es el sol que alumbra cada plano. Con ella en escena, y de haber andado escaso de presupuesto, Wilder podría perfectamente haber ahorrado en focos. La arrolladora sonrisa de Irma —dulce, sí; y también eterna— hubiera bastado.
Claro que, las innegables habilidades de ambos encuentran una rampa de lanzamiento hasta el infinito (y más allá) en los acerados —¿cuándo no lo son?— diálogos que salpimentan un guión, de nuevo, superlativo, adaptación del musical homónimo firmado por Alexandre Breffort a cargo del propio Wilder y su compinche habitual I. A. L. Diamond.
Carorpar
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