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Spain Spain · Valencia
Carorpar rating:
9
8.1
6,302
Documentary An extraordinary montage of urban Russian life in 1929, showing the people of the city at work and at play, and the machines that keep the city going. It was Dziga Vertov's first full-length film, and he used all the techniques - dissolves, split screen, slow motion and freeze-frames - to produce an exhilarating and intellectually brilliant feature.

Language of the review:
  • es
January 20, 2024
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Extraordinaria película, máxima expresión de las teorías soviéticas del montaje y del Cine-Ojo preconizados, entre otros, por su director, un Dziga Vertov en absoluto estado de gracia.
«El hombre de la cámara» es un artefacto peculiar, a caballo entre el documental y el manifiesto, esto último evidenciado en las cartelas del prólogo, donde se advierte de su renuncia —incluso rechazo— a cualquier forma de «dramatización» superflua, especialmente el guion.
Se trata también de una muestra de la vitalidad del cine —y del arte todo— de la URSS antes de que el culto a la personalidad —hace apenas dos años que el «Padrecito» Stalin se ha hecho con el poder, faltan cinco para el asesinato de Kírov y la Gran Purga— y el realismo socialista pusieran punto final a cualquier veleidad desviacionista.
En efecto, alienta en «El hombre de la cámara» un espíritu profundamente vanguardista, una voluntad experimental tan rabiosa que opaca el mensaje político que hubiera cabido esperar de las circunstancias y de la propia carrera de Vertov, fogueado en la realización de noticieros durante la guerra civil.
Frecuentemente comparada con «Berlín, sinfonía de una ciudad» («Berlin - Die Sinfonie der Großstadt», 1927), Vertov imprime a sus imágenes un ritmo más sincopado, sumiéndonos en una estimulante sensación de caos que no se aprecia en la cinta de Ruttmann, que al lado de «El hombre de la cámara» parece rodada con tiralíneas. La verdad, no sabría decir si el arte imita a los estereotipos nacionales o viceversa.
Difieren asimismo en el subtexto, netamente sociológico —o antropológico— en Ruttmann y con un notorio componente metacinematográfico en el de Vertov, quien gusta de colocar en primer plano al operador que da título al film y en primerísimo a esa cámara-ojo, ocurrencia de génesis surrealista y elocuente plasmación de sus postulados artísticos.
En resumidas cuentas, hito en la historia del cine, gloriosa exposición de las infinitas posibilidades visuales que éste ofrecía en sus libérrimos años de juventud y que el sonoro y las grandes productoras —privadas o públicas, tanto da— castrarían durante las décadas sucesivas hasta embarrancar en las algorítmicas inanidades de nuestros días.
Carorpar
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