El todopoderoso aparato propagandístico de Netflix ha patinado esta vez, habida cuenta de que ha vendido como una comedieta de terror apocalíptico «alla» «No mires arriba« («Don´t Look Up», 2021) la adaptación de la novela homónima de Don DeLillo, emparentada con mamotretos del indigesto calibre de «El arco iris de la gravedad» (1152 páginas) y, sobre todo, «La broma infinita» (1216 páginas).
El espectador común no tiene por qué estar familiarizado con la carrera de Noah Baumbach, su director, ni mucho menos con los (ab) usos de la narrativa posmoderna; de modo que no resulta extraño el estupor de tantos usuarios, quienes seguramente esperaran el enésimo «survival» en tierra contaminada protagonizado por la familia coraje de turno, ribeteado de humor negro si me apuran.
De hecho, los pasajes dedicados a la nube tóxica, eje promocional de la cinta y también de bastantes reseñas —cosa que deja en evidencia la pereza de no pocos críticos—, constituyen sólo una de las varias tramas en que se (des) estructura la película, palanca, excusa argumental casi, para una serie de reflexiones habituales en el subgénero.
En efecto, «Ruido de fondo» hace una sátira surrealista y feroz de las (supuestas) élites intelectuales, los valores familiares tradicionales, el consumo —consumismo— como motor de nuestras sociedades literalmente enfermas y, en general, del «American Way of Life» y sus implicaciones, también las medioambientales.
Baumbach manifiesta un arrojo ciertamente desacostumbrado en el audiovisual comercial actual y una habilidad digna de encomio para poner en imágenes un material literario a priori inabordable. El caos ordenado —con perdón de la tosca antítesis— que atraviesa la historia encuentra colorido corolario en... *(spoiler por imperativo de cierto moderador reglamentista en exceso).
Adam Driver y Greta Gerwig componen un matrimonio protagonista perfectamente avenido con el —insisto: sólo en apariencia— errático tono del film, especialmente ella, cuyo hipermedicado personaje supone una muy grata sorpresa. En cuanto a Driver, ya sabíamos de su talento para encarnar papeles de similar pelaje, y el de «hitlerólogo» atormentado por no hablar alemán es auténtico caviar cáustico, de la estirpe del mejor Woody Allen.