El inicio de la película nos da que pensar que estamos ante "otra más de dibujos animados". Un error que vamos descubriendo según pasan los minutos.

En realidad nos encontramos con una de las mejores películas del 2007. No sólo desde el punto de vista técnico, ya que no podemos poner pegas ante una impecable dirección, música (sin abusar de números musicales), unos dibujos de perfecto trazado o un uso del color correcto que no tiene nada que envidiar del cine de no animación. Podríamos decir, si fuera una película sin dibujos, de una perfecta fotografía.

Pasando a la referencia artística nos encontramos con unos personajes perfectamente definidos. Aunque los buenos y malos tienen, como toda historia de este tipo, sus perfiles muy remarcados. Es verdad que ni el malo es tan malo (el crítico con una infancia olvidada) no el bueno es del todo bueno (egoista aprendiz que se atribuye todo el merito que no es suyo con su redención posterior).

Son concesiones lógicas a un público infantil al cual, de hecho, no va unicamente dirigida la película, más bien creo que gustará más a un público adulto.

La historia es amena, divertida, tiene sus momentos de suspense, de amor, culinarios (sales con un hambre...y con ganas de probar el guiso que da nombre a la película) y con pensamientos de planear un viaje a Paris que ni la mejor campaña de turismo conseguida.

Por último, nunca una película ha hecho tanto por la buena imagen de las ratas (ese animal odiado por media humanidad) desde el cuento de la ratita presumida.