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Spain Spain · Zaragoza
Juan Solo rating:
8
Comedy. Drama 'Bardo' offers a chronicle of uncertainties where the main character, a renowned Mexican journalist and documentary filmmaker, returns to his native country facing his identity, familial relationships, the folly of his memories as well as the past and new reality of his country.
Language of the review:
  • es
January 3, 2023
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Del director Alejandro González Iñárritu hasta hoy sabíamos esencialmente dos cosas:

a) Que el muchacho es de esos que, como dicen en mi pueblo, no tienen abuela, y que su vanidad y su ego son directamente proporcionales a su talento (está claro que nunca se ha esforzado mucho por disimular ni una cosa ni la otra). Tratándose de un artista, esto no tendría que ser necesariamente malo; es más, casi nunca lo es. Y si lo es, tampoco debería importarnos demasiado, a no ser que seamos críticos de cine que para eso inventaron la palabra “pretenciosidad”.

b) Que dicho talento, el poder de la imaginación y el dominio del arte y el oficio cinematográfico son apabullantes en la obra del director de “Amores perros”, “Birdman” o “El renacido” como puede comprobarse en las películas citadas o en otras de su filmografía.

Pues bien “Bardo (y el larguísimo subtítulo que le sigue)” vendría a ser el resultado lógico y natural de la ecuación a + b. Cuando Iñárritu se ha puesto a hablarnos de su vida y milagros siguiendo la estela de otros grandes autores de este nuevo siglo como su paisano Cuarón, Sorrentino y tantos otros, se ha puesto con todas las de la ley. No cito este último nombre por casualidad, pues por poderío y empaque visual "Bardo (...)" me lleva antes a "La gran belleza" que a la filmografía de Fellini con quien tanto se la ha emparentado. Me sorprende pues que los críticos se hayan tirado en masa a la yugular del mexicano, sacando a relucir, por supuesto, la pretenciosidad y tildando su última película de ejercicio de autocomplacencia. Una autocomplacencia que, en cualquier caso, sería similar a la exhibida hace un par de temporadas por Pedro Almodóvar en su también autobiográfica “Dolor y gloria”, ya que estamos. Sólo que en este caso, a los señores críticos les dio por caer rendidos a los pies del manchego, y lo que era puro y simple ombliguismo resulta que en realidad era honestidad. Cachis.

¿Y qué si el ego de Iñárritu es más grande que el Zócalo del D.F? ¿Acaso no es el exceso una marca de fábrica? ¿Es que ningún crítico se persignó y rezó diez padres nuestros y diez ave marías después de definir al cineasta como el Kubrick del siglo XXI a comienzos de la centuria? ¿Se arrepienten de tamaña bravata ahora que ven la vitrina del cineasta engalanada con dos Oscars a la mejor dirección? En cualquier caso, “Bardo (y su subtitulito de marras)” no es solo el resultado lógico de la ecuación a + b, sino la consecuencia de un enorme prejuicio, el derivado de la arcana doble moral de los críticos. Y “Bardo (ya me canso de ponerlo, joer)” será ombligista y autocomplaciente, pero no menos que “Dolor gloria” por ejemplo. Tal vez, sería cuestión de invertir la ecuación de los críticos y decir que Iñárritu pone su ego y su vanidad al servicio de su arte, y no al revés. A lo largo de casi tres horas, el cineasta se nos abre en canal para hablarnos de su dolor, no tanto de su gloria, (pocas cosas se me ocurren tan dolorosas y a la vez rezuman tanta honestidad como hacer ficción y casi comedia con la muerte de un hijo), en una película repleta de hallazgos visuales y narrativos, un torrente de imágenes y de imaginación. También de audacia y de riesgo, algo de lo que, por cierto, carecía totalmente la correcta y aséptica “Dolor y gloria”. Porque “Bardo (...)” es Iñárritu en estado puro y con todas las de la ley, tengo que decir que me hubiese sentido estafado de haber visto en esta crónica de unas cuantas verdades algo que no se pareciese a esto.
Juan Solo
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