Película llena de buena voluntad pero poco convincente porque su guión y su capacidad fabuladora no consiguen penetrar en el ánimo del espectador a pesar de que la historia posee verdadero interés.
Religión, ética y sentido social son los vértices de un triángulo que L. Whiting, D. McCallum y F. Mason encarnan sobre el celuloide para que el monstruo encuentre un ámbito adecuado en el que desarrollar su peripecia humana.
El ritmo presenta muchos altibajos, la coordinación de la acción resulta irregular y el criterio de equilibrio y de valoración entre las distintas partes no está realizada con acierto.
En un largometraje de tres horas de duración tales inconvenientes significan un lastre excesivo.