No es un juego ni una broma.
Nos encontramos ante la propia vida concentrada en apenas unos miles de metros en vertical en los que no hay lugar para el error.
La belleza de lo inhóspito, la precariedad del equilibrio y el desafío ante lo imposible se dan la mano en un largometraje de fotografía bellísima, vivencias intensas y cierta sensación de que la historia ofrecía más de lo que se ve en pantalla.

La rimaya que aguarda donde menos se espera, la morrena traidora del glaciar, el mosquetón que se desliza, los splits mal colocados, la reunión donde se repone fuerzas, un diedro imposible, la crampones que te sujetan al suelo, el cordino, el frontal, el piolet y la mochila representan el universo.

La dureza de la montaña apenas tiene parangón.
En todo caso, la vida.
Por eso sólo se puede ser feliz persiguiendo un sueño.