Espectacular y despiadado largometraje que se convierte en un documento conmovedor a medida que el celuloide exhibe ante el patio de butacas los trazos de una propuesta ambiciosa y lo impregna de penetrante olor a linimento.
Las escenas pierden su vocación primera de ficción y entre el marasmo de golpes, las licencias amorosas y los recintos oscuros donde cada cual oculta su intimidad, aflora la presencia inevitable de un grito cuyo aliento pronuncia sentencia singular: nos hallamos ante una obra de arte, ante una obra total.
Epítome de vida y esencia cinematográfica.

Cualquier comentario que se pretenda añadir resulta superfluo salvo la incoherencia y perplejidad al considerar que durante décadas ese magnífico S. Stallone -escritor, guionista y actor- arrastra una inmerecida fama de tuercebotas.

Y parece que sólo la voz de la calle quiere redimirle.