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rouse cairos rating:
6
5.9
190
Drama
Nicolás lives in a small town in the Argentinian province of Entre Ríos. His father Jorge is a respected doctor who claims the privilege of leading a double life with two families. Seen through the eyes of Nicolás, his oldest son, Jorge is a man who will not allow himself be called ‘Dad’ and who, after a day they spend together, returns to his other family which he has privileged with much greater financial support. Nicolás takes on the ... [+]
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- es
March 25, 2014
5 of 5 users found this review helpful
La conflictiva relación entre un adolescente introvertido y su padre autoritario son el centro de una historia que transcurre en un medio conservador, con mandatos patriarcales y mujeres sumisas.
La película está narrada desde el punto de vista de Nicolás (el debutante Alián Devetiac), un joven de 17 años, como el primogénito de un padre que mantiene dos familias, una legal y otra más o menos clandestina. Un modo de vida que sin embargo está naturalizado por sus miembros, aunque con distintas jerarquías. La relación más antigua es con la madre de Nicolás, quien tiene dos hermanos menores: una quinceañera y un niño. El padre (Daniel Veronese) siempre aparece “de visita” pero con decisiones y soluciones para todos. Así ha decidido que el hijo mayor sea el sucesor de sus negocios y su profesión.
El joven protagonista es silencioso, habla con cuentagotas, pero en cada uno de sus gestos -sobre todo en su mirada- y en sus acciones o en lo que no quiere hacer, se transmiten sentimientos encontrados y crecientes entre el resentimiento, la humillación, el temor y la violencia contenida para con esa figura patriarcal que decide todo y para todos.
Las películas de Murga son de una compleja sencillez, construyen un fluir que parece arrancado de la vida misma, donde las secuencias crecen impulsadas por un realismo naturalista que registra momentos cotidianos: el juego de los hermanos, la salida de cacería, el cumpleaños familiar de la hermana quinceañera. Sin embargo, están lejos del costumbrismo convencional y nos dejan en condición de observar que por debajo de la apariencia hay siempre algo más importante, algo que aunque parezca pequeño como una chispa, puede generar un gran incendio.
“La tercera orilla” es un film de acentuada sutileza, cuidado por el detalle y la construcción de climas pero también es distante, con pocos diálogos, entre silencios incómodos y miradas furtivas. El cine de Murga habla en voz tenue pero firme, impulsa a la observación, a leer entre líneas. Un modo de narrar que distancia la emoción inmediata y parece frío, como un fuego helado.
Aunque la película de alguna manera siempre ronda la tragedia, al mismo tiempo, consigue evitar el melodrama y lo maniqueo. No deja de seguir el discurso tradicional contra el machismo, la hipocresía y el peso del mandato paterno, exponiendo el mito básico de alejarse para crecer y transgredir para descubrirse.
La película está narrada desde el punto de vista de Nicolás (el debutante Alián Devetiac), un joven de 17 años, como el primogénito de un padre que mantiene dos familias, una legal y otra más o menos clandestina. Un modo de vida que sin embargo está naturalizado por sus miembros, aunque con distintas jerarquías. La relación más antigua es con la madre de Nicolás, quien tiene dos hermanos menores: una quinceañera y un niño. El padre (Daniel Veronese) siempre aparece “de visita” pero con decisiones y soluciones para todos. Así ha decidido que el hijo mayor sea el sucesor de sus negocios y su profesión.
El joven protagonista es silencioso, habla con cuentagotas, pero en cada uno de sus gestos -sobre todo en su mirada- y en sus acciones o en lo que no quiere hacer, se transmiten sentimientos encontrados y crecientes entre el resentimiento, la humillación, el temor y la violencia contenida para con esa figura patriarcal que decide todo y para todos.
Las películas de Murga son de una compleja sencillez, construyen un fluir que parece arrancado de la vida misma, donde las secuencias crecen impulsadas por un realismo naturalista que registra momentos cotidianos: el juego de los hermanos, la salida de cacería, el cumpleaños familiar de la hermana quinceañera. Sin embargo, están lejos del costumbrismo convencional y nos dejan en condición de observar que por debajo de la apariencia hay siempre algo más importante, algo que aunque parezca pequeño como una chispa, puede generar un gran incendio.
“La tercera orilla” es un film de acentuada sutileza, cuidado por el detalle y la construcción de climas pero también es distante, con pocos diálogos, entre silencios incómodos y miradas furtivas. El cine de Murga habla en voz tenue pero firme, impulsa a la observación, a leer entre líneas. Un modo de narrar que distancia la emoción inmediata y parece frío, como un fuego helado.
Aunque la película de alguna manera siempre ronda la tragedia, al mismo tiempo, consigue evitar el melodrama y lo maniqueo. No deja de seguir el discurso tradicional contra el machismo, la hipocresía y el peso del mandato paterno, exponiendo el mito básico de alejarse para crecer y transgredir para descubrirse.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
La trama se va desenvolviendo de a poco, en la placidez de la vida pueblerina, hasta que adquiere un tono virulento, seguramente polémico, en el ritual de iniciación, de corte con el mandato y cruce del umbral. Murga llega a ese clímax, construyendo la historia paso a paso, narrando con estilizado control de la puesta en escena y reafirmando su pericia en la dirección de actores como el adolescente Alián Devetac, quien carga con el peso de la película. Su mirada intensa y provocadora, pero a la vez llena de timidez interactúa en un buen contrapunto con la experiencia de Daniel Veronese, el dramaturgo y director teatral, aquí en un inmejorable debut actoral.
Por todo esto y mucho más, “La tercera orilla” aún en su minimalismo y su deliberado distanciamiento se afirma como una película de múltiples connotaciones, ideal para un debate sobre las relaciones paterno-filiales que implican el abordaje del autoritarismo, la sumisión, la rebeldía y los delicados límites que separan un sentimiento de otro.
Por todo esto y mucho más, “La tercera orilla” aún en su minimalismo y su deliberado distanciamiento se afirma como una película de múltiples connotaciones, ideal para un debate sobre las relaciones paterno-filiales que implican el abordaje del autoritarismo, la sumisión, la rebeldía y los delicados límites que separan un sentimiento de otro.