Al ver como el maestro japonés enseña a sus alumnos geometría en una pizarra, donde hay figuras geométricas pintadas a tiza (una circunferencia, un triángulo isóseles, líneas, etc) y los vértices, ángulos o puntos concretos están señalados con letras del alfabeto occidental, es decir, A, B, C, D, E, F, G... —lo cual significa que desde pequeños se obliga a los escolares a adaptarse no sólo a la escritura japonesa sino también a la nuestra occidental, algo que mentalmente les hace más flexibles, más capacitados y más aptos para comprender el mundo desde perspectivas muy diferentes; algo que entre nosotros los occidentales, salvo que por especialidad uno lo escoja de adulto, no se da, en la escuela no nos enseñan los signos gráficos del idioma japonés o el chino—, o también aparecen dos alumnos nipones estudiando una lección de inglés, el idioma más internacional —aquí en España, a los niños, se les hace perder el tiempo ecolar obligándolos a mirarse el ombligo de dialectos muy localistas provincianos como el catalán, el euskera, el gallego, el mallorquín o incluso el cántabro—; además de contemplar la disciplina constante del sistema educativo de la nación del sol naciente, la obediencia que los hijos observan respecto de las decisiones paternas o de sus mayores, etc.; etc., se comprende por qué Japón como país ha alcanzado el nivel tecnológico, cultural y de universitarios y profesionales tan preparados que tiene en la actualidad; algo completamente distinto a nosotros, por ejemplo al país del presidente José Luis Rodríguez Zapatero, donde se ha legalizado todo un melifluo sistema educativo con disparates tan grandes como el de poder pasar de curso con cuatro asignaturas reprobadas, suspendidas, y donde a los adultos se les prohibe dar cachetes a los niños pero no en cambio que los niños muelan a palizas o insultos a los adultos), señal palpable de la dejación e irresponsabilidad "tan simpática y talentosa" por parte de los fanáticos partidarios de lo "novedoso por lo novedoso" que nos gobiernan, de los maestros que lo permiten borregamente y en definitiva del sistema de relativismo moral que han implantado donde todo vale (sobre todo si lo dictan los psicólogos u otros "doctos" militantes de partidos políticos inventores de haraganerías caza-votos, las cuales les ayuda a obtener el poder de gobernar, deshacer y vacilar a troche y moche).

Película valiosa para analizar con detenimiento y preguntarse por qué los valores tradicionales japoneses son tan distintos de los nuestros y no por ello, inhumanos ni despreciables.

Fej Delvahe