El film de Dito Montiel se siente como un diario personal, una experiencia muy intensa y muy cercana y los jóvenes interpretes, al igual que los adultos, logran hacernos sentir en nuestras propias carnes las duras vivencias de las que al autor fue testigo en primera línea en su día.
Al igual que Susan Hinton en su novela Rebeldes (llevada al cine por Coppola), nos hablan de unas adolescencia difícil, en un lugar donde la violencia es el desayuno, la comida y la cena servida en plato frio diario, lleno de rivaliades, bandalismo, drogas, maltratos, sueños imposibles y amistades peligrosas.
La película, sin ser una obra cumbre, se defiende bastante bien, llega al espectador y además está dotada del realismo que necesitan esta clase de películas.
El problema es que nuestra generación estamos de algún modo acostumbrados a ver miles de estas sitaciones en la televisón o en la misma calle, con lo cual el impacto es menor, pero por ello no hay que quitarle mérito al film.
Otro aspecto a destacar es la interesante vuelta al infierno del que se huye, el viaje a través de los recuerdos... un Robert Downey Jr. excelente que nos tiene espectantes de su amor-odio con su padre.
Reconozco que el inicio no me enganchó, pero según va corriendo el metraje y se profundiza en cada uno de los personajes entramos a formar parte de la historia que nos cuentan, como su fuesemos uno de ellos.
Mención especial por mi parte al personaje de Frank, creo que otorga a la película el toque entre cómico y desenfadado al principio, volviéndose después en un personaje que desencadena la partida de Dito del barrio de Queens.
Una buena apuesta interesante y entretenida, además de ser una historia con sentimiento.
Podría considerarse la versión más moderna de la película de Coppola, Rebeldes, más realista, sentida y mostrando no sólo la joventud sino también las consecuencias en el futuro de estos pobres muchachos.