Douglas Sirk parece recrearse en los aspectos melodramáticos que abundan en la primera parte de la película según va retratando a los dos personajes principales: por un lado, la monja abnegada Claudette Corbet, que carga sobre su conciencia la tragedia del suicidio de su hermana y provoca con su ejemplaridad los odios de una de las enfermeras del convento-clínica en que trabaja, y por otro, la dura Ann Blyth, condenada a la horca por haber envenenado a su hermano (dicen que según una abrumadora cantidad de pruebas que luego resultan no ser tantas), que, en su camino al patíbulo, se ve obligada pasar unos días aislada en el convento por culpa de la riada que ha anegado la región y que ha provocado que se aplace su ejecución (por lluvia, como si fuera un partido de cricket, dice ella). Poco a poco, la acción va derivando hacia la pura historia de intriga, tópica e inverosímil, y el personaje de Corbet en una monja detective que se convierte en un peligro para los verdaderos culpables del asesinato. No obstante, la película, de breve metraje, es en todo momento dinámica y entretenida.