Desde un planteamiento soberbio, bien gestionado y acierto en la consecución de los personajes, me enfrenté a K-PAX.

Kevin Spacey me gustó mucho más durante la media hora inicial. Ofertaba una caracterización introspectiva e inocente, que va derivando a peor, porque tal vez en el guion no supieron como resolver una trama preliminar tan brillante.

Jeff Bridges ejecuta de manera artesanal y mesurada el papel de psiquiatra, donde la contención supone la mejor entrega interpretativa, y el actor americano, lo condujo a buen término.

La película nos va trasladando hacia una resolución mediocre, o cuanto menos, en exceso convencional y lejana de sus orígenes.