No puede ser que habiendo millones de historias por contar llegue a ponerse en marcha un proyecto como éste, al que por faltar le falta sentido común a borbotones y buen gusto a raudales. La cosa va de intentar provocar la carcajada en cada uno de sus fotogramas. No se puede aspirar a tanto; esto es algo que nunca entenderán algunos cómicos (o directores en este caso).

Yo, sin tener ni puta idea del humor, intuyo que un buen gags hay que prepararlo. Te mareas un poco la perdiz hasta que sin esperarlo sueltas el punto y consigues que todo dios vaya al suelo con las manos en el pecho. Si se persigue hacer una gracia por cada palabra escupida, al final acaba todo en un conjunto de gilipolleces sin sentido. Claro ejemplo podría ser cualquier actuación de los insuficientes morancos de Triana.

Parecía en un principio que con Santiago Segura en filas todo iría sobre ruedas. Porque la verdad, es un tío simpático y con carisma. Lo que sucede es que si al chaval lo dejan ahí ante la cámara sin buena compañía y sin un guión decente... eso no hay Santiago que lo arregle.

Película insuficiente para cualquier pretensión por parte de quien se la trague. Ni tan siquiera sirve para acompañar mientras intentas echarte una siesta, porque las malditas risitas que suenan en toda la totalidad hace que la cabeza termine por estallar.